La historia de David Rivas Rillo, oriundo de la ciudad de Lincoln en la provincia de Buenos Aires, es un ejemplo de vocación y motivación, que enseña hasta dónde es posible seguir a los sueños desde muy temprana edad
Hace tres años, en un evento de danza del interior del país, de esos de los muchos que hay en nuestra tierra, dónde miles de niñas y pocos niños van con la esperanza de que alguien más allá de sus propios familiares los vea, quien escribe participaba en calidad de jurado. Allí sorprendió un niño de apenas 8 años que bailó con un amor y una entrega fuera de lo habitual, destacándose del resto de los participantes. Bailaba clásico y danza española y corría entre un grupo de niñas con tutú. Esa noche recibió un premio especial como bailarín destacado, dictaminado por el jurado en su conjunto. Todavía guardo en mi memoria sus ojos de felicidad entre los rulos de su extensa cabellera. En conversaciones con su madre, le señalé el talento de su hijo y que sería conveniente que lo lleve a estudiar a Buenos Aires para seguir desarrollándose.
Ese invierno de 2015 el niño inició una serie de travesías para intentar seguir estudiando. Su madre lo acompañó a cursos, festivales y audiciones, preparándose para ingresar a la escuela de danza del Teatro Colón, pero no hubo suerte. En su escuela primaria sus compañeros se reían de él porque bailaba, incluso su maestra de educación física lo obligaba a jugar al futbol “los varones juegan al futbol y las nenas bailan…”. Al pequeño no le importó y siguió adelante, “lo único que quiero es bailar, toda la vida -me dijo una vez- yo estoy seguro de eso”.
Mientras tanto convirtieron el garaje de su casa en sala de baile, con espejo y barra, donde David Rivas pasa muchas horas al día estudiando, sumado a las clases en la academia de baile local que lo ha apoyado en todo.
Finalmente 2018 encontrará a parte de la familia radicada en Buenos Aires. Marilina su mamá, consiguió que varias empresas de Lincoln apoyen un proyecto de padrinazgo desgravando parte de sus impuestos (sorprendida por que su hijo era bastante popular en la ciudad) y en marzo David comenzará a estudiar en la capital del país, en esta búsqueda de concretar su sueño de bailar, de estudiar y alguna vez quizás, llegar al Teatro Colón. Si un niño de 11 años puede seguir soñando con bailar por qué los adultos no habrían de apoyarlo.