Al señor de entusiasmo inquebrantable le daba vergüenza no saber Dabke siendo hijo de libaneses y se llena de orgullo al ver bailar a quienes no comparten su ascendencia. Por eso se puso a estudiar. El mate se turna con la pipa de agua y las manos de hombres y mujeres se toman para honrar lo que hace tiempo fue una labor comunitaria
En las aldeas del Levante mediterráneo, cuando se tenía que fabricar o reparar un techo; se convocaba a vecinos y familia. Hombres, jóvenes, niños; de la mano, apelmazaban barro y paja. Rítmicamente pisan, se agachan, se sostienen, vuelven a pisar. Entre todos. A alguien se le ocurrió incluir suras (capítulos) del Corán, y luego a otro incluir instrumentos. De esa manera se fue conformando la danza emblemática de países como Siria, Líbano, Palestina y Jordania. Una danza que exuda el sentimiento comunitario, originario, terrenal. Según Hernan Soleiman, “el dabke es sentir tu familia, tu país, es todos juntos tirando para el mismo lado”.
‘Al Dabke’ o el zapateo, es enérgico, sus movimientos fuertes no descartan lo acrobático en las versiones actuales y de escenario. Aún en las representaciones más estilizadas es característico el sonido de los pies contra el suelo y los gritos de entusiasmo y aliento. Agudos y prolongados los femeninos, graves y marcantes los masculinos. Los expertos cuentan que el Dabke social es común a los varios países, diferenciándose en cuanto a vestimenta, pocos pasos y canciones que siguen ritmos y temáticas de sus respectivos paisajes.
Bailado en festejos familiares, de agradecimiento y propiciatorios de la cosecha; así como el idioma, religión y culinaria, ‘el zapateo’ viajó a Amrik (América pronunciada por árabes del Levante). Inicialmente fue la danza que caracterizó a los hombres de ojos negros, y en Argentina se aprendía en las casas, agarrado a la mano de algún mayor. Luego los maestros Kamel Darbo y su pariente Alberto Ramadán impartieron clases y formaron ballets en colectividades y clubes. Se fueron acercando bailarinas. Gabriel Ahmed y Amir Thaleb viajaron por el país, invitando a todos a unirse a ese ritmo en seis tiempos y las mujeres se hicieron un hueco en la ronda abierta que gira hacia la izquierda y recuerda el hogar. Sandra Salinas, junto a otras dos referentes: Cecilia Abuh (de Córdoba) y Nadia Hohn (de Rosario), formaron Yallah Bannat, movimiento femenino de Dabke en Argentina. Ellas también son parte activa del Encuentro Nacional de Dabke que se celebra desde hace una década en diferentes capitales del país.
Compartiendo la línea curva que rota y golpea rítmicamente el suelo de ladrillo partido de una plaza en la húmeda Buenos Aires, hubo bailarines profesionales, oficinistas, amas de casa, niños, adolescentes, un refugiado sirio que encontró por un momento el perfume de su tierra. Balletin Dance estuvo en la edición 2018 de Conectados por el Dabke (domingo, 6 de mayo). Al mismo tiempo, otras 19 ciudades estaban agitando sus rosarios árabes (mesbahas) y compartiendo al ritmo del Levante.