Bailar sobre Los Restos

0
247
Poética de fin de mundo, en Los Restos. Foto: Lorena Iriarte

Vivian Luz se autodefine como una coreógrafa activa y autodidacta. Sólo reconoce como maestra a Ana Kamien y cada dos o tres años -desde los ´90 cuando fundó Los Celebrantes- produce un nuevo espectáculo. Balletin Dance estuvo en el estreno de Los Restos que se presenta los domingos a las 18 hs, en El Portón de Sánchez

 

Los Restos es lo irrecuperable, las ruinas de la vida y a la vez, la capacidad de regenerar en algo nuevo”, señala Vivian Luz. “Hicimos un viaje a Epecuén, un pueblo en el partido de Adolfo Alsina (Provincia de Buenos Aires) que estuvo sumergido durante más de 15 años en un lago muy salado, y que al bajar, dejó un asentamiento de ruinas blancas por el salitre, que parecen los restos de un terremoto o de una guerra. Curiosamente el pueblo tiene una energía increíble, nada melancólica; se juntan en las ruinas a tomar mate y charlar de épocas pasadas y allí filmamos el video que fue el origen de esta obra”.

Precisamente, el año pasado la creadora presentó en el Festival de Video Danza BA dirigido por Silvina Szperling, una obra de 8 minutos con el mismo nombre, interpretada por dos de las bailarinas de la versión escénica y con el mismo paisaje como protagonista. La coreógrafa explicó a esta revista, que se trata de dos trabajos independientes a partir de un mismo material, pero que en la pieza teatral el video es utilizado como escenografía, configurando un llamativo sistema relacional de la obra con múltiples discursos.

Interpretada por Marina Cachán, Lorena Iriarte y Laura Wigutow (figura emblemática de Los Celebrantes) la pieza también está dividida en tres partes. La destrucción es propuesta desde la primera escena; el vestuario, como lo roto, lo incompleto, lo que parece haber sido algo distinto de lo que es, y especialmente en el tono blanco salitre que corroe dejando ver algo nuevo, que a la vez juega y se funde con la paleta que proponen las ruinas de Epecuén.

La segunda parte, apoyada en la oscuridad envolvente de la cámara negra, concreta el clima más logrado, lleno de bellas y sombrías imágenes que invitan a imaginar; mientras que en la última reaparecen el color y el agua, pero esta vez como fuente de vida.

Las interpretaciones son sólidas, igual que el trabajo coreográfico que tiene unidad y coherencia, incluso frente al uso de diferentes lenguajes de movimiento que alterna tendencias reconocibles con un material más personal, sobre todo en Marina Cachán. También es interesante la composición que arman estas tres mujeres, que sugiere vínculos sin caer en obviedades.

Luz instala y despliega una temática, sin necesidad de anclarla en una historia, evidenciando su interés por la dramaturgia, que si bien ella asocia a la cuestión teatral o al uso de los textos, parece responder más a los recursos simbólicos y a la puesta en movimiento de esos cuerpos femeninos.

Si la imagen de esas ruinas abandonadas propone una poética de fin del mundo, la obra también plantea la idea cíclica y natural de que la muerte es una oportunidad de limpieza y depuración -incluso necesaria- para reconfigurar vida.

Artículo anteriorTango: campeones
Artículo siguienteNeuquén
Gustavo Friedenberg es técnico en Medios de comunicación, Licenciado en Composición Coreográfica y Magister en Crítica y difusión de las artes, además de actor bailarín y director. Formado en Argentina y el extranjero, ha recorrido varios países trabajando para diferentes compañías y brindando asesorías, a la par que desarrollando sus propios proyectos (Japón, EEUU, Europa, Sudamérica y el Caribe). Como bailarín se ha dedicado profesionalmente al flamenco, desempeñándose también como docente de técnica y composición.