La producción de espectáculos de danza es un arte en sí mismo. Sí. El ballet es interpretación, emoción, músiké… magia. Pero también es logística, contabilidad, estrategia, marketing y, cómo no, psicología
Producir galas de ballet con primeras figuras de los principales elencos del planeta, no es un ejercicio técnico inerte. La curaduría baila sobre los pilares de cálculos y proyecciones que, en la Argentina de 2019 están condicionadas por la incertidumbre de una economía intrigante (“¿Oh, dónde estará el dólar al momento de liquidar los cachets de los artistas?”).
Animarse a montar una ingeniería trasnacional de mediano plazo para producir goce artístico inmaterial, es una gesta equiparable a la de una creación coreográfica, o -¿por qué no?- a una batalla.
El Grupo Ars empuja esta gesta desde hace una década.
Ahora la cita será en el Teatro Coliseo de la Ciudad de Buenos Aires (30 y 31 de agosto).
A no perderse la oportunidad de ver bailar a nuestras compatriotas María Celeste Losa, en pleno ascenso en el Teatro alla Scala de Milan y Ana Sophia Scheller del San Francisco Ballet.
Vendrán también James Whiteside (Drag Queen part time) y Erica Lall del American Ballet Theatre (ABT), el chileno Sebastián Vinet de la Compañía Nacional de Danza de México (a la vez modelo de primeras marcas), Anna Osadcenko y Jason Reilly del Stuttgart Ballet. Daniel Ulbricht del New York City Ballet traerá lo más puro de George Balanchine, indispensable para conectar con las nuevas generaciones locales.
Además los/las primeros/as bailarines/as Katherine Barkman (The Washington Ballet), Emilio Pavan (Bayerische Staatsoper) y Gabrielle Corrado (Alla Scala) compartirán escenario con la Compañía Argentina Circo La Arena de Gerardo Hochman.
“El capital de la empresa es la confianza construida con los artistas: cumplir con los pagos, los requisitos técnicos, cuidarlos, y también divertirlos”, señaló a Balletin Dance la presidenta de Grupo Ars, Liana Vinacur. De esta forma la productora argentina se aseguró que los protagonistas de sus galas se convirtieran a la vez en “embajadores” suyos al interior de los elencos.
El “modelo de negocios” de Ars se apoya en atender a dos públicos en simultáneo: los balletómanos que demandan calidad y los nuevos públicos “que nunca se habían acercado al ballet antes por prejuicio” (que serán, con suerte, los exigentes balletómanos del futuro).
“Son galas multimedio, son educativas, estructuradas en torno a un criterio pedagógico. Armamos un programa basándonos en el aspecto comercial (el bailarín de renombre) y también el talento que pocos conocen pero del que hablan todos después de la función, la estrella ascendente. En esta gala por ejemplo, Erica Lall, la próxima estrella del ABT.
Gran parte de la inversión es la exploración del mercado. Conocer quién es quién en el cosmos del ballet global. “Esta etapa pasa también por escuchar a quienes trabajan con los bailarines diariamente, como Kevin MacKenzie (director del ABT)”, explica Vinacur.
Conseguir coreografías atractivas es un desafío… y muchas veces un costo.
“La gala es una ventana para ver lo que hoy sucede en el mundo, atendiendo al perfil de entretenimiento que debe tener el espectáculo”, enfatiza la productora que se apoya en un equipo técnico que la acompaña desde el inicio de esta aventura.
El espectáculo es “muy caro”, reconoce. Por eso otra batalla es lograr el compromiso de grandes sponsors.
“En este espectáculo la gente va a ver humor, algo rupturista, contemporáneo y clásico”, promete Vinacur. Y anticipa “una sorpresa, interpretada por Whiteside y Lall”.
Sorpresa que es la cereza del espectáculo, cuya producción, discreta, cosida durante un año de intensa labor, es parte misma de la oferta.