El Ballet del Sur, dirigido por Ricardo Alfonso, presentó el mes pasado Las Cuatro Estaciones, de Gigi Caciuleanu, sobre música de Antonio Vivaldi, en el escenario del Teatro Gran Plaza de Bahía Blanca
20 años después de su estreno que había otorgado gran éxito a la compañía provincial, Ricardo Alfonso, repuso esta obra coreográfica los días 21, 22 y 23 de noviembre. Esta cronista presenció la primera función, para llegar a publicar esta crónica en la edición de este mes de Balletin Dance.
Rica y compleja
Gigi Caciuleanu logra un acertado ensemble entre la vibrante música, la expresividad de los cuerpos, las situaciones de la vida y sus ciclos. Resalta el paso del tiempo en la trayectoria del profesional de la danza, así como en las vivencias de su alma. La percepción de ese tiempo, corriendo de manera perpetua, le confiere a la obra un cierto carácter filosófico en tanto que, al marcar aspectos de la existencia del bailarín, aborda también lo psicológico. Tiempo como problema filosófico, tiempo de vida personal y en el arte, vocación que vive en la rutina amada, son hilo argumental de una obra que, con poder de síntesis, aborda conceptos inherentes al ser.
Elenco
Un grupo solvente, expresándose en estilos contemporáneo y neoclásico, con técnica inobjetable. Aquí se percibe el trabajo de Marta Pereyra como asistente y el de Luis Miguel Zúñiga, como maestro de baile. Para destacar (aunque todos merecerían mención), fueron los diferentes dúos interpretados por: Magalí Fernandino-Julio Bernal, Sofía Zabaloy-Cristian Velazco, Carolina Basualdo-Manuel Martínez, Daiana Álvarez-Matías Santander. Éste último muy eficaz también, en la cantata, al igual que Javier Argañaraz en su solo.
Ambientación general y vestuario.
Dos lacayos -¿emisarios quizá del Rey Sol y la Academia o del inefable Vivaldi?- retornan reiteradamente y modifican la ornamentación moviendo utilería con solemnidad. El cambio de carácter de cada trozo se complementa con la variedad de accesorios personales empleados por los ejecutantes, así como con la vestimenta, bien realizada por el taller respectivo.
Iluminación y sonido
La iluminación fue excelente, apropiada y justa. El sonido de grabación, adecuado aunque se echó de menos la presencia sonora de la Orquesta Sinfónica. (El Teatro Gran Plaza, de muy amplia sala, no posee espacio escénico para la actuación simultánea de Ballet y Orquesta).
El final
Un cierre impactante en el que una treintena de ejecutantes sin rostro aparece tomando su clase diaria, en cualquier lugar del mundo. Irrumpe la Televisión, en la presencia de un viejo aparato. Ante ella: todos sometidos. ¿Habrá expresado Caciuleanu una crítica socio-educativa a la cultura de nuestro tiempo? ¿O quizás agradece la aparición del documento fílmico, que torna menos efímero el arte de la danza? Interpretación libre.