Negro Blanco Flamenco

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“Todos somos iguales… No al racismo… Respeto”. Este contundente mensaje, ilumina la ópera prima del bailaor y coreógrafo andaluz, Manuel Jiménez Montes, titulada ‘Negro Blanco Flamenco’, que se estrenará el sábado 26 de junio, a las 20 hs, en el Gran Teatro de Córdoba (España).

La ruptura epistemológica que patenta esta obra (al reivindicar los aportes africanos, y afroamericanos, colocándolos en el origen mismo de la cultura musical-danzaria de la península ibérica) revoluciona las artes escénicas y las “bellas artes”. La pieza, en síntesis, condensa reveladoras investigaciones de la actual etnomusicología española y estudios eruditos, de la primera mitad del siglo XX, preteridos por el academicismo eurocéntrico de la Matriz colonial instituida en América.

‘Música popular brasileña’ (1947) de Oneyda Alvarenga, cita: “(…) el tipo más característico de la coreografía española –el fandango–  data de fines del siglo XVII o principios del XVIII, y que varias otras se derivaron de ella, como la jota y el bolero (…) abundan en España las danzas reconocidas como negras por los folkloristas españoles (…) Existió en el Brasil una danza negra, el sarambeque, cuya referencia más antigua entre nosotros data del siglo XVIII. Tenido allá también como negro, el zarambeque, fue popularísimo en España en el siglo XVII (…) ligado a la chacona, danza considerada como el origen de las que pertenecen al tipo del fandango y a la que Simón Aguado, Cervantes, Quevedo y Lope de Vega llamaron mulata americana…”

‘La música en Cuba’ (1945) de Alejo Carpentier, anota: “(…) las contradanzas cubanas habían sido objeto de una acogida semejante, por públicos de Europa y de América, al ser presentadas bajo los nombres diversos de habaneras, danzas habaneras, tangos habaneros, americanas (…) creando géneros que fueron muy cultivados en Francia, en España, en México y en Venezuela principalmente.”

Balletin Dance tuvo el placer de entrevistar al artista Jiménez Montes quien, con 23 años de edad, asume una valiente propuesta; al también veinteañero bailarín brasileño Gabriel Matías; y al flautista y arreglista cubano Cristóbal Agramonte.

El coreógrafo expresó: “La raza humana es una sola y todas las religiones proceden de una misma energía suprema, captada desde diferentes formas de ver el mundo y con perspectivas parecidas, pero únicas de cultivar una determinada fe. La cultura yoruba me cambió emocionalmente, me hizo reflexionar sobre el entorno social con que se fundó mi nación. Encontrarme con un joven brasileño que bailaba flamenco, con igual pasión que yo, fue un impacto muy fuerte. Y prefiero que sea él mismo quien se refiera a esa anécdota y que luego, el maestro Cristóbal, narre cómo fui aprendiendo de ese legado milenario que conserva, como artista afrocubano”.

Y aportó Gabriel Matías: “nos conocimos mientras estudiábamos en el Conservatorio Superior de Danzas María de Ávila, en Madrid. Y a partir del Concurso de baile flamenco del Tablao Villa Rosa de 2019, en el cual Manuel ganó el primer lugar y yo el segundo, se consolidó nuestra amistad. Es cierto que sufrí bulling en Madrid, y ese fue uno de los motivos por los que acepté la propuesta de Manuel, pues su fascinante creación es, además, una denuncia contra la discriminación racial, la xenofobia y un alegato reivindicativo, sobre los varios aportes invisibilizados, de los africanos esclavizados, dentro de la cultura española, aproximadamente, desde el siglo XVII”.

Concluyó Cristóbal Agramonte: “conocí a Manuel de muy pequeño y me agradó la madurez con que asumía el arte y la danza. El percusionista de la obra que ahora nos reúne, dirige (a su vez), un grupo de fiestas flamencas, lo cual hizo que coincidiéramos en algunos eventos. La seriedad, la aguda percepción conceptual y el compromiso sociocultural de Manuel, hicieron que le documentara, sobre los basamentos que lograron mantener esa impronta que tiene nuestra cultura cubana, marcada por el mundo de los Orishas y la Regla de Osha-Ifá.  Cuando me convocó, para integrar el elenco de su primera pieza, lo sentí como un honor que me hacía”. 

‘La célula rítmica A’ (tango) de origen bantú, hace ya tres siglos, nutre con su cadencioso acento a la música folklórica y académica europea, al son de gurumbé y cumbees. Y, por más de un siglo, dicha célula, junto al cinquillo cubano, cristalizaron en variantes de contradanzas americanas, contradanzas habaneras[1] y tangos congos, rumbas flamencas, entre otros palos de ida y vuelta. Definitivamente, estas músicas han enriquecido todo el espectro del baile popular, tradicional, folclórico y al ballet, por lo que hacen que, junto a las danzas afro, constituyan un corpus filosófico del siglo XXI.

Equipo:

Dirección musical: Juanma Muñoz “El Tomate”, Severiano Jiménez, Juanjo León, Jesús Torres y Cristóbal Agramonte

Bailaores: Manuel Jiménez y Gabriel Matías

Guitarristas: Niño Seve y Juan José León

Cante: Miguel del Pino y Mirian Montes

Violín: Igmar Alderete

Flauta traversa y saxofón: Cristóbal Agramonte Peñalver

Percusión: José “El Caja” y Alexis Mendoza

Dirección artística y coreógrafo: Manuel Jiménez Montes

Producción ejecutiva y manager: Manuel Jiménez Capilla

Dirección de marketing: Rafanin (Los Walt Music)

Técnico de iluminación y escenografía: Pedro Serrano

Regiduría: Nerea Fernández

Vestuario: Alicia Montes

Maquillaje y peluquería: Beatriz Muñoz

Textos: María de Córdoba

Interpretación textos: Marisol Membrillo

Fotos: Cortesía de la producción


[1] El género musical habanera, al cual responde la icónica ópera Carmen, estrenada en 1875 por Georges Bizet; cuyo libreto, basado en la novela homónima del escritor, también francés, Prosper Mérimée; está inspirado en España, sus gitanos y recrea en su leit motiv la célula rítmica A (tango) que marca la música urbana actual, a través de los compases del polémico reggaetón. El ballet Carmen se estrenó en el Prince’s Theatre de Londres, en febrero de 1949, y los intérpretes principales fueron Zizi Jeanmaire, en el papel de Carmen, y el propio director y coreógrafo, Roland Petit, en el papel de Don José. N. del A.

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Toni Más (La Habana) Instructor de arte, Narrador Oral Escénico e investigador de la música popular cubana. Ha publicado los poemarios Tono Menor, Editorial Letras Cubanas (2002), premio del concurso Pinos Nuevos y Los fantasmas del circo, edición bilingüe inglés-español, Editorial Lugus Publications en Ontario, Canadá (1996). Textos suyos aparecen en diversas antologías y publicaciones periódicas en Cuba, España, México y Argentina.

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