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El suceso obtenido por la compañía Malevo en un reality show estadounidense es sólo la punta del iceberg de un fenómeno artístico de auténtico cuño nacional. ¿Hasta qué punto es posible innovar sin perder la raíz? Opinan Cristian Maldonado, Isaac Gardella y Angel Carabajal

 

En julio del año 2000, en diálogo con la periodista Laura Falcoff, la inolvidable Norma Viola recordaba que para Santiago Ayala, ‘el Chúcaro’, el malambo de lanzas, cuchillos y boleadoras, que él mismo había creado, “no era folklore, para nada”. Si hasta “estaba avergonzado de lo que había hecho en la época en que trabajaba en el teatro de revista” por el solo hecho de tener “que competir con plumajes, y con lo que había debajo de las plumas”. Eran tiempos aquellos, los de los años ’80, en que números de ese estilo causaban furor en Europa, en templos como el mítico Moulin Rouge, aunque con una estética completamente alejada del gaucho y el aborigen, para quienes el rebenque, el lazo, el facón y las boleadoras eran herramientas de uso cotidiano.

Los años pasaron, la disciplina se desvirtuó hasta límites insospechados y la novedad fue quedando de lado en el plano internacional, hasta que ahora el malambo for export ha vuelto a ganar espacios y los medios lo demandan, además de difundir las hazañas de grupos como Los Potros y la compañía Malevo, de resonante paso por reality shows de la televisión estadounidense.

“Si los que crearon el malambo hace decenas de años hubieran tenido las posibilidades (técnicas, estéticas) que nosotros tenemos hoy, también las hubieran aprovechado”, entiende Angel Carabajal, con casi veinte años de labor en la docencia y sobre el escenario. Para el creador y director de la Compañía Sentires, radicada en Oncativo, Córdoba, “el público que sigue el malambo tradicional es un grupo muy chico. Por eso cuando pienso un espectáculo trato de expandir el concepto para que llegue a mucha más gente”.

“En la actualidad -aporta Cristian Maldonado, responsable de Los Cuervos del Malambo-, el zapateo tradicional está muy ligado a las competencias. Pasa que en los certámenes uno está atado a reglamentos y parámetros que hacen que el artista no pueda ser libre en su expresión. No siempre se puede crear una mudanza, una figura; no se puede hacer verdaderamente música con los pies en ese ámbito. Por eso yo salí del mundo de las competencias para lograr fusionar el malambo con otros ritmos pudiendo ser libre en mi creación”.

La suya es “una respuesta a pautas demasiado rígidas que pertenecen estrictamente al mundo competitivo”, dice. “El otro mundo, el del show, es totalmente distinto. Pero poder llevar a los bailarines de competencia a un espectáculo teatral ha sido una tarea que me demandó muchos años”, confiesa.

Como en el caso de sus colegas, Isaac Gardella, codirector de Los Potros, mamó el folklore desde la cuna. De familia santiagueña, se crió entre chacareras y zapateos en el patio de la abuela. A instancias de su hermano Javier empezó a formarse académicamente, “hasta que llegué a un punto en que debía decidir si me dedicaba a la danza o elegía otra profesión. Con el folklore pasa eso, muchos lo practican hasta determinada edad y después lo dejan, lo mantienen como un hobby. Yo, en cambio, elegí profesionalizarme, hacer de esto mi vida. Hay toda una generación nueva que empezó a ver y a abrazar el folklore de una forma distinta y es eso lo que ahora emerge y se está mostrando. Entiendo que de ahí viene esta evolución que nos plantea siempre el desafío de no perder las raíces de donde se viene”.

 

For export

¿Cuál es el límite? ¿En qué punto la innovación termina por desvirtuar la esencia de una disciplina artística? Maldonado considera que “si a un bailarín de flamenco, de tap, de chula brasileño o de malambo lo vestís de negro, el punto en común es que hacen música con los pies. Ahí nace el concepto de yo elijo desarrollar, que hunde su raíz en el malambo puro, pero aggiornado con diferentes bases rítmicas”. Partiendo de esa premisa ofrece, pues, a los espectadores “un entretenimiento con base en el zapateo folklórico”.

La diferencia entre malambo y zapateo la señala también Carabajal. “El zapateo se puede llevar hasta cualquier límite; no así el malambo”, sostiene. En su propuesta artística “uso siempre como base los tiempos del malambo tradicional y, en parte, su estética. La innovación la exploro desde el lado de la vestimenta, la puesta de luces, y con el agregado de elementos como el agua o la tierra”, sobre los que los bailarines zapatean en escena. Eso sí, insiste, “detrás siempre suenan una guitarra y un bombo. Esa es mi manera de marcar la evolución sin perder la raíz”.

Puesto a comparar realidades, Gardella abre otra veta de análisis: “Pareciera que el condimento for export está habilitado para el tango, pero hasta ahora no lo estaba para el folklore. El bailarín de tango tiene muchas más posibilidades de vivir de su danza. Con el bailarín de folklore, sin embargo, no pasa lo mismo; el folklore aparece siempre en un segundo plano, acompañando al tango. Con esta revolución que estamos viviendo surge la posibilidad de que el bailarín folklórico se atreva a pensar ‘ahora sí puedo vivir de esto’ y se profesionalice”.

En este punto, Maldonado hace un poco de historia: “El malambo se quedó acá cuando el tango salió a recorrer el mundo, por eso es que está tan arraigado al tradicionalismo. Ahora estamos tratando de acortar los cincuenta o sesenta años de distancia que existen entre el tango y el malambo a nivel internacional. El tiempo dirá si algún día lo logramos; yo creo que vamos bien. En veinte años más el malambo va a ser una disciplina mundialmente aceptada y valorada”.


 

De Argentina al mundo

La alta demanda que tienen hoy las compañías de malambo en nuestro país y el exterior habla de un fenómeno artístico de enorme dimensión. La compañía Che Malambo acaba de presentarse en el prestigioso Jacob’s Pillow Dance Festival y encara ahora una gira europea. Malevo, el elenco que dirige Matías Jaime, espera la definición del reality que los lanzó a la popularidad para empezar a cosechar los frutos por el mundo.

La Compañía Sentires prepara una gira por México en octubre y en el verano hará temporada en Villa Carlos Paz, en una cena show de la que participarán también Adabel Guerrero, Marcelo Iripino y Fernando Bertona. Los hermanos Gardella dictarán seminarios en el interior del país este mes y el próximo. En octubre llevan a Chile su espectáculo Pura Sangre y en noviembre retoman las funciones en el porteño Centro Cultural Borges, antes de viajar a China y Rusia.

Los Cuervos del Malambo viajarán a Bolivia y Chile antes de fin de año, y en junio de 2017 iniciarán una extensa gira por varios países de Europa.

Un quiebre

Por el hecho de romper con lo establecido, las compañías de malambo moderno suman a cada paso fanáticos y detractores. Ocurrió con Los Potros en 2012, cuando alcanzaron la instancia final del reality Q’Viva. The Chosen, ante la atenta mirada de Jennifer López y Marc Anthony. Y sucede lo mismo ahora con Malevo en America’s Got Talent. Pero si alguien sabe de críticas es Cristian Maldonado, cuya actuación en el conservador Festival de Jesús María en 2014 (luciendo botas de animal print) causó una conmoción que aún hoy se recuerda. “En la competencia, la importancia recae en la opinión del jurado; en el show, lo que cuenta es el público. Hay que saber aceptar y corregir. Aquello marcó un quiebre, pero todo es cuestión de tiempo y de dar a conocer la disciplina. Hoy, a nivel internacional, el malambo necesita de otros complementos que hagan posible su llegada a diferentes públicos”, refirma.

“Casi todos nosotros venimos de algo mucho más tradicional, nos gusta la competencia sana que se da en Cosquín, en Laborde. Pero, en última instancia, uno hace todo eso por amor al arte y en algún momento siente la necesidad de recibir algo a cambio por tanto esfuerzo. Es entonces cuando empieza a buscar una veta más comercial -explica el menor de los hermanos Gardella-. Yo tengo al folklore muy dentro mío pero en esta instancia es principalmente una fuente de inspiración, que se suma a los conocimientos que vengo adquiriendo en danza clásica, tap y flamenco. No vivo de alpargatas, con bombacha de campo y a caballo. Entonces lo que muestro sobre el escenario es un poco esa mixtura entre lo que traigo dentro mío y lo que hoy me pasa”.

 

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Daniel Sousa
Licenciado en Periodismo (USAL). Es Subjefe de Redacción y Editor de la sección Espectáculos del Diario La Prensa, de Buenos Aires. Además, es responsable del sitio web de noticias de Radio Meridiano (Mercedes, BA). Escribió en las revistas Fortuna, Danza Europa y Américas (Reino Unido), Destino Zero (España), Buenos Anuncios, Ohlanda, Buzz, OrientAr, TravelArg, Off, y en el Diario Perfil. Ligado a la danza desde su niñez, fue integrante del Ballet Salta y realizó giras al exterior con distintas compañías de tango y folklore. Es jurado de los Premios Hugo al Teatro Musical y miembro de la Asociación Premios Chúcaro a la Danza Folklórica.