Oriundo de Cutral Có, en la provincia de Neuquén, Emanuel ‘Rulo’ Hernández se consagró Campeón Nacional de Malambo en la edición en la que el tradicional certamen celebró sus Bodas de Oro
Veinticinco años debieron pasar para que un neuquino volviera a consagrarse en la meca de los zapateadores. La provincia no es de las más tradicionales en la especialidad, por cierto. El dato llamativo es que los dos bailarines que alcanzaron la cima del podio en el Festival Nacional del Malambo de Laborde, en Córdoba, lo hicieron en ediciones de singular relevancia: la de las Bodas de Plata, cuando ganó Isaid González, y la de las Bodas de Oro, en la que acaba de imponerse Emanuel ‘Rulo’ Hernández, 24 años, oriundo de Cutral Có.
El ‘Rulo’, que había sido subcampeón en la edición 2016 del certamen, emocionó a todos durante la premiación que se llevó a cabo, raramente, en el mediodía del 15 de enero pasado (debió suspenderse la noche anterior por un repentino temporal).
Esfuerzo, perseverancia y dedicación son palabras que afloran en el diálogo con él. “Estoy tratando de disfrutar cada momento después del gran esfuerzo que hemos hecho, no sólo yo sino todas las personas que me han apoyado -comparte-. Voy cayendo de a poco, es todo muy reciente y quizás no le he dado todavía la dimensión que esto tiene. Quiero disfrutarlo e ir aprovechando las oportunidades que se generan a partir de la obtención de este premio”.
Podría pensarse que el malambo es una actividad muy solitaria, pero detrás de todo zapateador hay siempre un equipo de gente ¿Cómo estuvo conformado el suyo?
Todo parte de mi familia y de tres amigos que me han acompañado siempre: el Puma, Lalo y Kito, que son mis músicos. Tengo además dos profesores: Adrián Vergés, ‘el Polaco’, que fue campeón en Laborde en el año 2002 y con el que vengo trabajando el Malambo Sur hace diez años, y el actual cantante de La Callejera, Ariel ‘Chaco’ Andrada, que es mi profesor en Malambo Norte.
¿Viajaba para trabajar sus rutinas con ellos?
Sí, el año pasado hice cuatro viajes a Buenos Aires y tres a Córdoba, básicamente para corregir las cosas que no habían quedado claras o cambiar aquello que no nos quedaba bien. Dedicamos casi todo el año a pulir el trabajo que ya veníamos haciendo; por eso no fueron tantos viajes como en años anteriores.
Después de ser subcampeón en 2016 ¿en qué aspectos puntuales trató de mejorar?
Seguí buscando el personaje que quería mostrar. A veces, por un tema de edad no se aprecia tanto la madurez que uno intenta transmitir. Es necesario que transcurra el tiempo para que uno mismo se dé cuenta de ciertas cosas. Siento que 2016 me sirvió para eso, para madurar y tratar de llegar al escenario lo más tranquilo posible. Y en cuanto al malambo, tratamos de llevar una propuesta sumamente competitiva, que me quedara cómoda. Creo que pude ofrecer un malambo hermoso, que lo disfruté al máximo y en el que me sentí verdaderamente yo.
Su estilo en el Malambo Sur, que es su fuerte, se caracteriza por la elegancia y por la ausencia de pirotecnia, de mudanzas artificiosas ¿Lo siente así?
Trato de representar a mi pueblo, los distintos aspectos de mi provincia. Así siento al sur y así lo vivo. La elegancia es algo que fuimos trabajando con el tiempo. Antes también tenía elegancia, pero estaba un poco más loquito (risas), muy enérgico. Con la madurez fui bajando algunos cambios.
Tiene un tío zapateador que marcó su camino ¿verdad?
Así es. Él fue mi referente desde muy chico. Nunca lo vi actuar en vivo porque cuando nací él ya se estaba retirando, pero he visto sus videos muchas veces. Mi familia es de folkloristas, todos tocan la guitarra, el bombo, casi todos bailan. En ese ambiente me crié.
Llamó la atención el vestuario que presentó en Laborde, con reminiscencias españolas…
Hace unos años competí en el certamen Chakaymanta, en San Isidro. Después de la presentación me acerqué al jurado para preguntarle qué había visto de mí y uno de ellos, Sergio Pérez (campeón de Laborde en 1997), me recomendó esa ropa. Por mi forma de zapatear y por la elegancia que da este vestuario, él creía que podía andar bien. Empecé a probarlo y lo usé por primera vez en 2013 en el certamen Pre-Cosquín, que tuve la suerte de ganar. A medida que fue pasando el tiempo fui sintiendo que esa es la ropa que me identifica. Pertenece a un personaje conocido como ‘gauderio’, el antecesor del gaucho. Es muy antiguo, existió entre 1780 y 1820. El pantalón, la chaqueta, el sombrero, son todos de descendencia española.
Es habitual escuchar hablar del exigente entrenamiento físico que debe encarar todo malambista que aspira a competir en la máxima categoría ¿En su caso fue así?
La preparación fue dura, pero yo ya venía zapateando mucho, con ritmo; es por eso que en el último año nos concentramos en pulir la rutina. El estado físico lo fui logrando con la búsqueda misma del personaje, zapateando todo lo posible. Algunas veces, por conseguir un buen estado físico se va perdiendo lo artístico, y eso fue lo que traté de evitar.
Después de la consagración ya no puede volver a competir en Laborde ¿Cómo continúa su carrera?
Mi objetivo es seguir zapateando, bailando, estudiando más todavía. Y seguir apoyando a otros chicos de mi provincia para que también ellos puedan cumplir sus sueños. Además, ahora me toca recorrer el país compartiendo mi arte con todas las personas que se acerquen a verme o a las que les interese tomar clases conmigo. Quiero disfrutar mucho de esto que me costó tanto.