“En el Colón hay generaciones perdidas”

 

A pocas semanas de su regreso para ofrecer La Sylphide de Bournonville en Bahía Blanca, Buenos Aires y Chile junto al Ballet del Sur, la artista argentina habla de su trabajo en la Opera de París y de la polémica en la que quedó envuelta en su última visita al Colón. Premios, proyectos y la lesión que le impidió bailar junto al Ballet Sodre

 

“Me da mucho placer volver a bailar en la Argentina. El año pasado cuando estuve disfruté enormemente el trabajo con el Ballet del Sur, y mucho más ahora que estaremos haciendo una pequeña gira. Una de las cosas que más me gusta es pasar tiempo con la gente, conocerla, compartir el día a día, y no tener esa presión de llegar a un lugar, bailar e irme. Poder pasar casi tres semanas juntos va a ser un gusto enorme”.

Desde el otro lado del Atlántico, Ludmila Pagliero no oculta el entusiasmo que la embarga a algo más de un mes de su retorno al país que la vio partir, con 16 años, hacia su consagración internacional. El 10 y el 14 de julio estará bailando La Sylphide de Pierre Lacotte en la Opera de París, y un día después volará rumbo a Buenos Aires, primero, y de inmediato a Bahía Blanca para los últimos ajustes de otra Sylphide, la de Auguste Bournonville, que protagonizará junto a Gregoire Lansier, acompañada por el Ballet del Sur. El tour incluye presentaciones en el Teatro Municipal bahiense (el 22 y 23 de julio), el Coliseo porteño (el 28 y 29) y el Teatro del Lago de Frutillar, en Chile (el 5 y 6 de agosto).

Surgida de las filas del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, el nombre de Pagliero alcanzó escala mundial en París, aunque bien pudo haber sido en Nueva York. Después de un paso de tres años por el Ballet Municipal de Santiago, adonde llegó convocada por Ricardo Bustamante, quien la había conocido en el Colón, Ludmila se presentó a un concurso en los Estados Unidos, lo ganó y recibió como premio una suma de dinero y un contrato por un año en el American Ballet Theatre. Un sueño cumplido para cualquier bailarín, pero no para su espíritu inquieto, que la llevó a audicionar al poco tiempo para la Opera de París, donde volvió a ser seleccionada y prefirió establecerse, aun cuando el contrato inicial era de apenas tres meses de duración.

El resto de la historia es conocido: trabajo y más trabajo hasta que en 2013 fue ascendida a étoile, el máximo escalafón al que puede aspirar una bailarina del elenco, siendo ella la primera latinoamericana en conseguirlo, con el agregado de que no estudió en su afamada escuela.

 

Pero volvamos a Bahía Blanca. ¿Con qué compañía se encontró?

El Ballet del Sur me impresionó, verdaderamente, por la buena disposición de los bailarines a pesar de la precariedad con la que deben trabajar. Me refiero a las salas de ensayo, las comodidades mínimas que un bailarín necesita. Y no hablo de tener a disposición 25 salas sino al menos una sala con espejo. Por eso me impresionó la fuerza que tienen de hacer todo con lo que hay. Evidentemente, las carencias no quitan que haya pasión y voluntad. Espero que las condiciones vayan mejorando de a poco.

 

Tiempo de Cambios

Pagliero lleva 14 años viviendo en la capital francesa, trabajando con el Ballet de la Opera. Suman 18 los años desde que partió de la Argentina. “Este es un momento de muchos cambios en la Opera de París, cambios generacionales. Actualmente soy una de las nueve étoiles, que representamos un poco la cabeza de la compañía, y asumo esa responsabilidad con mucho orgullo. Me siento muy bien aquí, es gente que me acepta, me admira y me demuestra su cariño todos los días. Y sigo marcando siempre mi personalidad como bailarina francesa y extranjera al mismo tiempo”, sostiene.

 

Hace algunos años contó que le pesaba el hecho de que la crítica marcara siempre su origen argentino. Ahora que se ha nacionalizado francesa, ¿sigue ocurriendo eso?

Creo que al principio yo no entendí que no lo decían de forma negativa sino que lo marcaban como una confirmación de que la Opera es una compañía abierta, que admira a los bailarines del extranjero y les abre las puertas cuando siente que la persona puede encajar en su estilo y en todo lo que representa la Opera de París. Hoy mismo hay otras bailarinas que vienen desde afuera, que no han pasado por la escuela del ballet, y son aceptadas y admiradas. Estuve equivocada con respecto a este tema, tal vez era una visión muy personal basada en mi falta de confianza, en la idea de que nunca sería aceptada. No es lo que siento hoy.

 

¿Cómo es el día a día en la compañía?

Es un ritmo de trabajo muy intenso, con programas que se superponen. Mientras estamos mostrando uno ya estamos preparando el siguiente. Son seis días a la semana, a veces siete, dedicándole al menos seis horas diarias a la danza. Tenemos 150 funciones anuales.

 

En contraposición, ¿qué opina de la situación del Ballet del Colón?

Paloma [Herrera] recién acaba de empezar. Lo hizo con mucha fuerza, con ganas de impulsar la compañía hacia adelante, de recuperar funciones, una de las cosas más importantes para los bailarines. Espero que tenga mucho cuidado con sus bailarines, que los quiera. Naturalmente, por encima de todo está la institución, la programación, pero los artistas existen y no hay que olvidarlos. En el Colón hay cosas muy profundas que cambiar. Todo lleva su tiempo y espero que Paloma lo logre y que el Gobierno permita hacer cambios para mejorar la situación y encontrar el Colón que yo conocí cuando estaba en la Argentina. Todo esto lo digo pensando en el artista, por las generaciones que han sufrido, que han sido marginadas. Esas generaciones están perdidas. Ahora vienen otras nuevas, pero también es importante pensar en las grandes que quedan y aún están presentes; y claro, en las generaciones futuras, haciendo todo lo posible por mejorar y que cuando ellas lleguen puedan vivir su carrera como debe ser.

 

El año pasado quedó envuelta en una polémica por haber acaparado, como figura invitada, algunas de las pocas funciones que tienen anualmente las primeras bailarinas del Colón. ¿Cómo vivió aquella situación?

No quedé indiferente, soy un ser humano y no puedo hacer como que nada pasa. De todos modos, nunca sentí odio o sentimientos negativos hacia mí de parte de los bailarines. Para nada. Lo que sentí fue mucha tristeza de su parte. No podían actuar de otra forma, la situación era complicada. Entiendo bien que cuando uno tiene cinco funciones cada dos o tres meses, valen oro. No poder acceder a ellas es mucha frustración para esos bailarines, lo comprendo. Desde Francia yo escuchaba muchas cosas, las leía en Facebook, en Balletin Dance, pero no pude captar la situación en su verdadera dimensión hasta que llegué a la Argentina y estuve con la compañía algo más de dos semanas. Viví una sensación dolorosa viniendo de ese teatro y conociendo a muchos de esos bailarines, que son amigos míos y los quiero mucho. No fue una situación agradable.

 

No volverá al Colón este año, como se rumoreaba…

Tuve una proposición para el mes de diciembre pero no voy a poder ir porque mi agenda está completa. Estuve viendo si era posible, pero no. Tengo mucho trabajo acá.

 

El repertorio de la Opera de París es bien amplio y va de lo académico a lo contemporáneo. ¿En qué se siente más cómoda?

Me encanta esa mixtura que ofrece la compañía. Es un placer trabajar con coreógrafos nuevos, hacer con ellos verdaderas creaciones. Además, esto le permite al bailarín, de acuerdo a su edad y la etapa de la carrera en que se encuentre, ir adaptándose y encontrando movimientos nuevos con su cuerpo, nuevas formas de expresión. Por ejemplo, el año próximo voy a bailar obras de Balanchine, Nureyev, Cranko, Forsythe, de Anne Teresa de Keersmaekere, de Crystal Pite (ver Balletin Dance Nº 264, mayo de 2017). Piezas completamente diferentes que me permiten hablar varios idiomas y que representan un desafío constante y una búsqueda siempre nueva de uno mismo.

 

¿La sorprendió la nominación al prestigioso premio Benois de la Danse? (La entrega de la distinción se realizó con posterioridad al cierre de esta edición)

Claro que sí y, sobre todo, lo que más orgullo me produjo es haber sido nominada por Manuel Legris, actual director de la Opera de Viena, a quien tuve la oportunidad de ver sobre el escenario, en ensayos, en sus clases. Trabajé con él y es uno de los bailarines que admiro enormemente. De manera que haber sido nominada por él para mí ya es un premio.

 

¿Qué asignatura pendiente le queda en cuanto a obras o personajes?

Uno de los personajes que me encantaría abordar es el de Romeo y Julieta, ya sea el de Nureyev o el de MacMillan. No tuve acceso hasta hoy, pero no pierdo la esperanza porque es una obra que una bailarina puede hacer hasta el último momento de su carrera. Veo a Alessandra Ferri que vuelve a los cincuenta años y pienso ‘nada está perdido’.

 

Si bien aún es joven, ¿imagina cómo será el momento del retiro?

La vida de un bailarín es tan intensa, esa devoción que en mí se manifestó a los ocho años… No se cómo será ese día. También es cierto que la vida de la mujer se va haciendo más presente cada día, se sienten otros placeres más allá del escenario. Esas dos vidas se han ido mezclando en mí y descubro que cada vez se me van abriendo más puertas. Por otra parte, en la Opera de París esta es una cuestión de resolución muy simple: a los 42 años uno debe retirarse. Después vendrán los encuentros con coreógrafos, con otros bailarines, en la danza o en la danza teatro, quién sabe.


La Kitri que no fue

“Querido Julio Bocca. Te escribo desde París, a pocos días me imagino del estreno de ‘Don Quijote’ en Montevideo. Quisiera comunicarte lamentablemente que por un desgarro en mi pierna izquierda me encuentro en la obligación de cancelar mis funciones tanto en París, Moscú, y con mucha tristeza las de Uruguay también (…) Me será imposible presentarme junto al Ballet Nacional Sodre sin correr un gran riesgo de agravar mi herida”.

Con estas palabras, difundidas el 23 de mayo a través de la página web de la compañía uruguaya, Ludmila Pagliero dio por cerrada la posibilidad de interpretar el ballet Don Quijote en versión de Silvia Bazilis y Raúl Candal, los días 7 y 9 de junio. Su presencia en el rol de Kitri había sido anunciada un mes antes en conferencia de prensa por Julio Bocca, director del Ballet Sodre, y Paloma Herrera, al frente del Ballet del Colón, y representaba un verdadero acontecimiento para el segundo título de la temporada.

Lejos de lamentarse por el faltazo, a Pagliero la pregunta de Balletin Dance sobre el tema claramente le incomoda. En un primer momento evitó pronunciarse y trató de reenfocar el diálogo hacia las funciones de julio en la Argentina y Chile. Pero ante la insistencia del cronista, ya sobre el final de charla, sorteó el brete con un lacónico “esas funciones no las voy a poder realizar”. Y a otra cosa.

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Daniel Sousa
Licenciado en Periodismo (USAL). Es Subjefe de Redacción y Editor de la sección Espectáculos del Diario La Prensa, de Buenos Aires. Además, es responsable del sitio web de noticias de Radio Meridiano (Mercedes, BA). Escribió en las revistas Fortuna, Danza Europa y Américas (Reino Unido), Destino Zero (España), Buenos Anuncios, Ohlanda, Buzz, OrientAr, TravelArg, Off, y en el Diario Perfil. Ligado a la danza desde su niñez, fue integrante del Ballet Salta y realizó giras al exterior con distintas compañías de tango y folklore. Es jurado de los Premios Hugo al Teatro Musical y miembro de la Asociación Premios Chúcaro a la Danza Folklórica.