Que la juventud es un divino tesoro es una afirmación tan popular como amplia. Tal vez motivados por esa energía arrolladora que caracteriza esta etapa, o desconfiando del rumbo que su creatividad pueda tomar, algunas instituciones están poniendo un acento especial en incentivar -pero también reglar- la producción artística juvenil. Balletin Dance hace un breve repaso de los últimos espacios ocupados por jóvenes coreógrafos
Del 25 de septiembre al 1º de octubre tuvo lugar una nueva edición de la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires (encarada por el gobierno de la ciudad), que reúne el trabajo de artistas de hasta 32 años de edad, en todas sus disciplinas. La propuesta se inauguró en 1989, continuó en 1991, pero luego quedó postergada hasta 2013 recuperando su continuidad en 2015 y 2017, y en cuyo marco los protagonistas han sido sin lugar a dudas el teatro y la danza.
Por otro lado, el 9 de noviembre, el Instituto para el Fomento de la Actividad de la Danza no oficial de la Ciudad de Buenos Aires (Prodanza), lanzó a través de un evento en el Centro Cultural San Martín (CCGSM), el registro audiovisual de su Laboratorio, un programa de residencias que pone a disposición de los creadores, espacios y horas de ensayo, junto a tutorías, para apoyar a los coreógrafos en la materialización de sus ideas. Algo de este formato también está presente en la Bienal, que incluye en su programación piezas inéditas que el festival produce y acompaña también mediante tutores. La diferencia fundamental entre ambos, radica en que Prodanza no aporta dinero a los artistas en residencia, ni exige el posterior estreno de una obra como resultado de la misma. Tampoco limita la edad de los participantes, aunque la mayoría son jóvenes en el desarrollo de sus primeras creaciones.
Paralelamente, en aquel mismo día y horario, en otra sala del CCGSM, se estrenó Misión Luna de Sofía Kauer, ganadora del Permio Graduados 2017 organizado por el Departamento de Artes del Movimiento de la Universidad Nacional de las Artes (Una), para realizar con el Grupo de Experimentación en Artes del Movimiento (Geam) que dirige Sandra Reggiani. En junio había sido el turno de Un Simple Aleteo de Pestaña Puede Expresar Cólera de Ayelén Clavín y Natacha Visconti, quienes ganaron para producir junto a la Compañía de Danza de la Una dirigida por Roxana Grinstein. Este premio tendrá una nueva edición en 2018, bajo el lema de “acompañar a los graduados en el tránsito hacia su profesionalización”. En breve diálogo con Balletin Dance, Kauer, de 27 años, resaltó que si bien no se trata de su ópera prima, fue la oportunidad de dirigir por primera vez una compañía estable con muchos bailarines.
Por su parte, a través de la misma Universidad, el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, seleccionó a Marcela Chiummiento (34) como meritoria de dirección para participar en el montaje de la obra El Reñidero con coreografía y dirección de Alejandro Cervera. Curiosamente esta convocatoria dirigida a menores de 35 años, exigía experiencia previa además del título universitario, pero no era remunerada.
Años atrás, en 2011, en un interesante documental llamado: Danza Contemporánea en Buenos Aires, Catorce Reflexiones en Torno al Presente y al Futuro, Marcelo Isse Moyano se preguntaba por el destino de los estudiantes de Artes del Movimiento de la Una, por entonces una matrícula de 1500 futuros Licenciados en Composición Coreográfica que quién sabe qué plazas profesionales ocuparían. Evidentemente todos estos concursos que colaboran con la visibilización de sus ganadores, además de ofrecerles una enriquecedora experiencia, también permiten suponer que los jóvenes necesitan ser apuntalados.
Los Resultados
Desde su retorno en 2013, la Bienal se ha destacado por su organización y curaduría en relación a otros festivales y espacios teatrales públicos de nuestra ciudad. También representa una bocanada de aire fresco para los amantes de las artes escénicas.
Entre las propuestas de danza de este año, y sólo por mencionar algunas, brillaron creaciones como la inquietante Carretera de Violeta Danziger (27) y Martina Schvartz (30) (presentada en 2016 en el Festival Archi-piel-lago) y Mostra de Victoria Delfino (27), que fue originalmente su tesina de graduación y se estrenó en 2015 en el espacio Café Müller. Mención aparte, algo del germen de Mostra recuerda a la excelente Paraje Das Unheimlich, una creación de Josefina Gorostiza y Jimena Pérez Salerno estrenada en la edición anterior de la misma Bienal. Carretera y Mostra desarrollan dramaturgias sólidas, estrechamente ligadas a sus particulares usos del cuerpo y del movimiento, y el humor como un recurso intrínseco a cada trama, introduciendo al espectador de forma contundente en los universos propuestos por las jóvenes coreógrafas. Lamentablemente, por ahora ninguna puede hablar de la continuidad de sus obras por fuera del espacio Bienal, y tal vez sea éste -siguiendo aquel planteo de Isse Moyano- el eje principal que las instituciones deberían incluir entre sus preocupaciones.
Si algunos trabajos de la nueva generación, presentan debilidades de estructura o falta de síntesis, es imprescindible reconocer que son fallas que aparecen en muchísimas obras de creadores consagrados. Que los jóvenes coreógrafos necesiten de un tutor para llevar a buen puerto sus ideas, merecería otra discusión. En cuanto a lo creativo, sobran muestras de originalidad, carácter y capacidad de resolución.
Siempre se agradece la proliferación de espacios de acompañamiento y desarrollo para quienes inician sus carreras, pero sería interesante poner tanto énfasis en la circulación de esos trabajos -que no parecen sobrevivir por fuera de concursos y festivales- como el que se pone en la preocupación por su madurez artística.