Natalia Álvarez es una bailarina rosarina con una profunda formación en la danza española siguiendo los lineamientos de la escuela Pericet. En los últimos años se ha volcado al flamenco produciendo diferentes espectáculos con su propia compañía. En diálogo con Balletin Dance cuenta sobre el flamenco en Rosario y esta vida nómade del artista
Baila, da clases, viaja al interior a dictar cursillos y a participar de eventos de danza. Trabaja con la mayoría de los músicos que van desde Buenos Aires a Rosario a presentar su material en diferentes espectáculos. Actúa en el bar cultural Kika dos veces por mes con músicos locales, baila en el tablao cordobés Enhorabuena una vez al mes… Después de 20 años en la danza viajó a España para reencontrarse con lo que ella soñó hace tanto tiempo y con lo que tanto ama, para materializar lo que llevaba de oído, como dice ella.
¿Cómo se vive del flamenco en Rosario?
Es bastante movida la vida de un flamenco y con faltantes de tiempos. Al menos yo tengo la suerte de tener trabajo, ante todo dando clases. De eso vivo. Más allá que nuestra actividad principal debería ser el entrenamiento diario y el estudio de la técnica y el baile. Por lo cual vamos intercalando todo con el trabajo; dentro de lo posible y la resistencia física (dice entre risas). Y en medio de todo esto, los shows y presentaciones mías y de los alumnos…
Su formación está ligada a la disciplina de los Pericet con un recorrido por las cuatro escuelas de la danza española ¿qué diferencia ve con la forma actual de estudiar y trabajar?
Existen muy pocas academias que se dediquen totalmente a profundizar el estudio de la danza española. ¡Es una pena! Es tan rica y basta España en su cultura, que sería muy interesante que las escuelas continuaran formando bailarines tan completos como se hacía antes. Con las bases suficientes para seguir profundizando e interiorizándose. Hoy la juventud exige velocidad, síntesis y simpleza; y no es esa la forma de lograr grandes objetivos, en cuanto al arte se refiere.
Después de muchos años de bailar viajó a España ¿qué cosas cambiaron en usted y en qué modificó su forma de bailar?
Fueron muchos años de preparación y estudio. Con muchísimos maestros por los que he pasado. Y al viajar, todos esos conocimientos que llevaba “de oído”, de pronto se hicieron materia, los pude vivenciar, fue maravillosamente perfecto. Regresé hace 30 días y creo que aún es demasiado pronto para saber si el viaje me modificó. Sí se todo lo que me movilizó internamente y siento que toda esa energía absorbida va a ir haciéndose visible en la medida que pueda bailarla, regalarla y entregarla a quien quiera recibirla: al público.
Da clases en Rosario y en Santa Fe, actúa en tablaos en Córdoba, en Corrientes y en otras ciudades ¿usted cree que el flamenco lleva consigo una impronta nómade? ¿Es parte del flamenco vivir viajando para trabajar?
Si. Hoy no me cabe la menor duda. El flamenco es inquieto, movedizo. Hablamos agitando las manos todo el tiempo; algunos se ponen de pie para que se los escuche; si estamos sentados, charlamos y vamos zapateando por debajo de la mesa. ¿Quién podría tenernos quietos mucho tiempo en un mismo lugar?