Mientras nosotros vemos la vida como una cronología de hechos que nos van sumiendo en una construcción a partir de lo pasado y de lo conocido, Las Orugas transitan su existencia cambiando. Así introduce al público en su nueva obra, Victoria Mazari, directora de la compañía Danseur
Las Orugas se estrenó el 7 de abril, en el Espacio Cultural Urbano, en lo que se suponía sería una breve temporada de cuatro funciones, con intensión de reponer en septiembre y octubre. Pero habiendo superado la capacidad del espacio, las funciones se extenderán también durante los viernes de mayo, relató a Balletin Dance, la entusiasmada directora.
Victoria Mazari: Esta línea de trabajo de Danseur comenzó a fines de 2014 con Lo que no Querés Ver (Las Princesas no Cagan), y continuó en 2015 con Placebo. Las tres obras están unidas por la necesidad de recuperar al individuo, de corrernos de la masificación a la cual nos llevan los pequeños círculos sociales en los que vivimos. Buscamos ser un espejo para nosotros mismos y el espectador, reflejar pequeñas cosas que a lo largo de nuestra vida nos van marcando y nos van llevando a ser lo que somos: la construcción de las personas, sus miedos e inseguridades; su egocentrismo. Son tres obras que abordan una misma temática, y con Las Orugas cerramos una idea.
Armar equipo
Posiblemente éste sea uno de los rasgos que más llamen la atención de Danseur. Y es que en Buenos Aires, tanto en danza como en teatro, ya no es frecuente encontrar compañías que funcionen como tal, en el sentido de sostenerse a través del tiempo y los proyectos. Danseur lo hace desde 2013 y Las Orugas es la quinta obra en su repertorio.
VM. Tratamos de funcionar como compañía estable. Yo tengo la preferencia de trabajar con bailarines muy jóvenes, porque tienden a ser más permeables y eso es muy bueno para la investigación que hacemos a la hora de armar una obra. No apuntamos al virtuosismo o a un estilo de danza. Cada intérprete llega con su propio estilo y conocimiento, y ese es su aporte; a su vez lo vamos moldeando a la medida de las necesidades de cada obra. Pero la realidad económica de los grupos independientes hace que sea muy difícil mantener los equipos.
Apostar por la coreografía
La pieza cuenta con ocho bailarinas que dicen texto y bailan de un modo bastante parejo, despersonalizando a las intérpretes de su individualidad para poner de relieve el concepto y estética de la obra. Sin embargo se destacan la técnica y calidad de movimiento de Candela Baceda (la bailarina más antigua de la compañía) y de la propia Victoria Mazari. El elemento coreográfico es el otro gran factor distintivo del elenco. Tal y como lo señala su directora, esta obra no destaca ni parece obsesionarse por el virtuosismo o la construcción de un lenguaje inédito de movimiento. Sin embargo, se hace presente la intención hacia una identidad propia en el sentido de una dramaturgia y fundamentalmente, la persistencia de un trabajo coreográfico bien tradicional. Frente a una aparente tendencia de los coreógrafos contemporáneos independientes, a -paradójicamente- diluir el elemento coreográfico en las obras de danza, en Las Orugas hay una toma de decisión al respecto, que no teme caer en anacronismos o contrariar modas. Puede no resultar novedosa al ojo entrenado, pero el elemento fundamental de la pieza sigue siendo la coreografía y se sostiene dignamente.
Tal vez la transformación sea para la danza -para las obras de danza- una necesidad vital que requiere de constante mutación. No para convertirse en algo diferente de sí misma, sino para adaptarse a las exigencias de un mundo que está en permanente y acelerado cambio. Sin embargo no deja de resultar inquietante e incita a la reflexión, lo efímero de la breve vida de las mariposas, frente al lento y extenso proceso que supone la existencia de las orugas.