Los gemelos Ariel y Pablo Juin protagonizan Varón pa’ Quererte Mucho, un musical de pequeño formato con libro de Marisé Monteiro y dirección de Nacho Medina, que invita a reflexionar
El lugar es íntimo, acogedor; la atención es esmerada y el menú temático, inspirado en la cocina argentina de principios del siglo XX, se acomoda bien a la propuesta artística. Se trata de un musical de pequeño formato que rescata la figura de dos emblemas del Buenos Aires de antaño, el bacán y el compadrito, aunque con características singulares y puestos a dialogar a través de un puñado de letras de tango. El formato no es nuevo, por cierto, pero en manos de la experimentada Marisé Monteiro mantiene su atractivo.
Otro dato de interés es que los protagonistas de Varón Pa’ Quererte Mucho son los gemelos Pablo y Ariel Juin, de largo recorrido en obras tales como Salsa Criolla, Sugar (por la que están nominados a los Premios Hugo) y La Parka. Un tercer elemento clave es la dirección de Nacho Medina (El Libertador), un joven gran valor de la escena nacional, prolífico y dedicado en su métier.
La sumatoria da como resultado un espectáculo luminoso, entretenido, ciertamente audaz, que hace un aporte a la cultura gayfriendly que Buenos Aires enarbola como bandera. Porque en esta historia entre el guapo y el niño bien lo que comienza como una riña callejera termina en un idilio que pone en jaque la altanería del pituco y el vínculo con su “viejita”, tanto como la reciedumbre del matón de suburbio y su capacidad para aceptar que otro hombre le ha “movido la estantería”.
Menudo desafío para un par de hermanos darle carnadura a estos personajes que se desean y se repelen con igual intensidad, en una puesta que no esquiva las escenas jugadas. Los Juin lo logran con naturalidad y profesionalismo. Apelan, claro, a sus mejores armas: actúan con convicción, bailan con seguridad y entrega (incluso el tango, lo cual es un mérito en sí mismo) y cantan correctamente. Tal vez sea en la interpretación vocal donde tienen más terreno para ganar evitando los bajos más profundos y alivianando el golpe con que suelen coronar algunos versos.
En lo coreográfico, Juan Pablo Bullich y Rocío García Liendo no han sido condescendientes con ellos y el diseño de pasos y desplazamientos es de una exigencia y una plasticidad que terminan enalteciendo la faena del dúo protagónico. El acompañamiento musical en vivo (Sebastián Abadie en guitarra, Guillermo Destaillatsen en bandoneón y Juan Manuel Bevacqua en piano y voz) destaca desde un modesto segundo plano, con destellos de virtuosismo que agradecen los oídos más atentos.
No están ausentes en el repertorio hecho de retazos, las páginas más célebres del cancionero tanguero, de El Porteñito a Pasional, de Ventarrón a Tomo y Obligo, que se hilvanan con puntadas delicadas que Monteiro ha dado con profundo esmero. Es en El Choclo donde los Juin lucen en todo su esplendor su porte de bailarines, y en la escena de la barra y los pasos de comedia donde pulsan con mayor intensidad la cuerda actoral.
Tangueros ortodoxos, abstenerse. Para todos los demás, este espectáculo que se ofrece en el Tándem Bar (subsuelo del Cultural San Martin) se convierte en un pasatiempo ameno, agradable, que una vez terminados la cena y el show invita a reflexionar.