Con dirección de Leticia Mazur, se estrenó Los Huesos en el Centro Cultural Recoleta, un trabajo coreográfico que intenta poner en acción un modo de reconocimiento entre cuerpos, es decir, una manera de plantar identidad
Cinco personajes, desnudos y frágiles, expuestos a una intemperie fría, no como dato meteorológico sino racional, como se suele decir “en piel y huesos”. Ellos, un paisaje sonoro (Patricio Lisandro Ortiz) para ese universo entre onírico y helado, y un dispositivo lumínico (construcción de objeto e iluminación: Matías Sendón), consistente en un foco grande, suspendido en una grúa que los bailarines-actores pueden manejar o dirigir en algunas oportunidades. En otras, la luz, montada en esa grúa casi autónoma, los busca, recorta, expone y hasta oculta. Sin palabras, la luz es un personaje más que dialoga en silencio con los personajes. Los interpela, hace ver los cuerpos, su desnudez, la piel.
Los cuerpos, expectantes en un inicio, una horda anónima, comienzan a moverse, a variar en actos y secuencias. Con apariencia de pequeños solos se repite una mecánica: alguien transforma su gesto, su acto, su dinámica y el resto, a veces como un coro, otras como una identificación algo mimética, se suma a la calidad de quien comienza el movimiento nuevo. Pero no se trata de referencias directas a liderazgos. Sí se rozan aspectos que pueden tomarse por jerárquicos, pero no se clausuran, no termina habiendo jefas o jefes. El transcurso los va construyendo. Incluye despliegues conjuntos, como una especie de proto solidaridad o emergencia de comunidad incipiente, que no excluye atisbos de roces o dificultades de relación.
Obviamente, no se pueden mostrar los huesos, pero, metáfora de lo muy intrínseco, develado en la cruda luz, son los huesos los que parecieran ir dando molde a los personajes. Sus identidades, basadas en diferencias en las similitudes, se van afirmando, sosteniendo. Pero, esto ocurre sin colocarse en posición de individuos completamente definidos sino, a lo sumo, las identidades precarias, de base, se presenta en lo que cada uno intenta sostener: la dificultad de estar en el mundo.
La obra no pretende contar cómo se dan estas identidades. Hasta, en rigor, pone en crisis el alcance de lo identitario. Sí son cinco diferentes pero, y la misma desnudez y luz, que es todo lo que hay, los presenta como caracterización de un subsuelo desde el que construirse.
En función, los cinco intérpretes (Lucas Cánepa, María Kuhmichel, Valeria Licciardi, Gianluca Zonzini y Mazur), se mostraron con sólidos desarrollos de formas corporales, dinámicas y expresividad.
Los Huesos, un espectáculo de danza armado en los cuerpos, pensado en los movimientos, vigilado en su exposición.