María Kuhmichel estrenó durante el mes de noviembre La Ira de las Sirenas en el Teatro del Perro. Esta propuesta oscura, ofrece al espectador un dúo en permanente transformación. Cuerpos que son vehículos entre lo bello y lo monstruoso
Un ambiente frío y de penumbras da lugar a dos cuerpos que se contorsionan dentro de un espacio escénico que encaja perfecto con la propuesta. La cercanía de las personas en conjunto con los colores fríos de toda la obra, sumerge al espectador en un mundo abstracto, denso, en el que estos performers (Matías Rebossio y Federice Moreno Vieyra), conviven y crean escenas ambivalentes. Son los propios revolucionarios de su existencia.
Movimientos sutiles son el motor para estas bestias, o sirenas, cuyas corporalidades similares acompañan el viaje entre lo bello y lo monstruoso. Bajo esta premisa ambos bailarines parecen contorsionarse desde sus entrañas, transforman su materia y esencia, son seres que cautivan a la audiencia. Excelente trabajo de Moreno, quien parece estar en un trance y convoca toda su energía a cada una de sus acciones, particularmente en una de las funciones, la atención se enfocó por momentos en cada músculo presente en su cuerpo o en la mirada inquietante que invadía todo el espacio.
Estas criaturas que danzan en escena, nadan una y otra vez entre aquello que la mitología trata sobre las sirenas, cuerpos difusos que logran hipnotizar pero que son capaces de mostrar una crueldad terrible. Son claros los momentos en donde se acude a pautas de movimiento que generan corporalidades antropomorfas y, otras escenas en las que, por ejemplo, se hace alusión a piezas maestras como La Creación de Adán de Michelangelo para luego descender a lo que parecían ser imágenes inspiradas en una sesión fotográfica de alguna superflua revista. La poca relación entre ambos intérpretes dentro de la escena, permite imaginar si La Ira de las Sirenas sería posible con un solo intérprete.
Es la primera vez que María Kuhmichel se coloca en el rol de creadora y directora, con una obra que reflejó la ambivalencia del mundo en que vivimos, en constante cambio, con cuantiosos momentos de belleza, pero que también se integra con lugares oscuros y monstruosos.