Jugar a Educar Entreteniendo

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Nicolás Baroni como el Dr. Coppelius en medio de Noelia y Celeste Díaz. Foto: Antonio Fresco

¿Cómo reverdecer el amor por el ballet? Políticos y animadores culturales se devanan los sesos tratando de dar respuesta a esta pregunta y a otras por el estilo. Para orientación, les recomendamos pegarse una vuelta por el Konex en cualquiera de las producciones “infantiles” de Juan Lavanga con coreografía de Leonardo Reale

 

En rigor, se trata de explorar cómo convertir en negocio una forma de arte en extinción, amenazada por la revolución digital de consecuencias civilizatorias por momentos alarmantes.

El ciclo de obras clásicas adaptadas para un auditorio de niños acompañados por adultos tiene claves para entender el cómo y por dónde nutrir los dos cerebros, el lineal y el hypertextual, el de la cultura bibliográfica y el de la cultura digital.

Coppelia y Swanilda, la quinta producción en casi diez años, acierta, nuevamente, a capturar la atención sostenida de una audiencia muy novel sin claudicar en calidad ni traicionar los preceptos fundacionales de la tradición clásica.

Reale aporta su tesoro de experiencia a la construcción de una mirada dinámica del clásico de Arthur Saint Léon-Charles Nuitter-Léo Delibes.

Es admirable cómo las interpretaciones del elenco de jovencitos y jovencitas del Ballet Metropolitano de Buenos Aires, tan respetuoso del lenguaje tradicional, suplantan “lo siniestro” latente en el cuento original de E.T.A. Hoffmann, por una poética de la alegría y el juego.

Y hablando de juegos, el uso ingenioso y muy teatral que hacen de las mellicitas Celeste y Noelia Díaz, Coppelia y Swanilda respectivamente.

Como en las producciones anteriores (El Cascanueces, La Bella Durmiente, Pinocho y Coppelia, El Lago de los Cisnes) el hábil dominio de efectos, luces, vestuario y un músico al costado de la escena, contribuyen a generar la magia y fantasía que cautivan a niños y grandes.