Federico Núñez es el primer argentino que integra una compañía estatal de flamenco en España. Nacido y formado en Mendoza, se radicó en 2010 en el sur español en busca de su sueño: “bailar y conocer este arte tan grande”. Entre los ensayos del Ballet Flamenco de Andalucía y sus actuaciones en solitario en tablaos y salas alternativas, se hizo un espacio para charlar con Balletin Dance
Federico Núñez, continúa estudiando, con maestros como Úrsula López, el ‘Oruco’, Israel y Pastora Galván, con el recuerdo presente de sus comienzos en su ciudad natal. En este diálogo rememoró cómo fueron aquellos tiempos difíciles en Sevilla, la distancia de sus afectos y cómo se puede seguir luchando por sus propios sueños sin bajar los brazos.
“Es un sueño. Tener la oportunidad de ser parte del Ballet Flamenco de Andalucía es increíble. Para cualquier bailaor de esta tierra, siempre es una ilusión y una meta para vivir. Pues imagínate la inmensidad que es para uno que viene de fuera”.
Ha sido el primer argentino en lograr entrar al Ballet. ¿Cómo es trabajar en una compañía oficial de baile flamenco?
“Pues como se dice en Argentina: el sueño del pibe. Cuando te dedicas a esto tienes una realidad muy cruda. Hay momentos muy buenos y momentos muy malos, que hasta hacen plantearte si vale la pena seguir. Pero los que nos dedicamos con todo el cuerpo y alma somos necios (por suerte) y seguimos adelante se ponga el sol por donde se ponga. Así que cuando te toca vivir estos ‘buenos momentos’, lo primero es que no te lo puedes creer. Lo disfrutas y claramente intentas dar más del cien por cien todos los días porque vale la pena y hay que estar a la altura. Es una responsabilidad muy grande que hay que asumir y lo haces con toda la fuerza y el respeto que eres capaz de tener dentro de ti”.
De bailar solo a bailar en conjunto ¿Cómo es esa adaptación?
“Bailar solo es difícil. Bailar en conjunto lo es más todavía. Sobre todo, si eres un poco cabeza loca como yo. Tienes que esforzarte un poco más en la concentración y echar más horas porque cuándo bailas sólo, puedes resolver sobre la marcha, si te has dejado llevar con la música o quieres quedarte improvisando en un momento dado. Eso en conjunto no lo puedes hacer así que tienes que buscar la precisión en todo momento para encontrar el unísono del movimiento dentro del compás con tus compañeros y que las piezas sean coherentes y plásticas para el espectador”.
¿Cómo fue su experiencia antes de este logro?
“Ha sido una experiencia increíble. He tenido la suerte de bailar en casi todos los sitios que puedas imaginar y cada uno te aporta muchas cosas. Aprendes mucho. De los trabajos y de la gente con la que trabajas. Lo importante es tener en cuenta que la actitud es lo que hace que crezcas. Siempre lo he tenido claro, vengo aquí a aprender. Y eso ha sido invariable a lo largo del tiempo. De hecho, ahora mismo me veo como un aprendiz y sigo estudiando todos los días”.
Los recuerdos lo llevan a sus comienzos en la ciudad cuyana y al Centro Andaluz donde comenzó siendo niño con Ana María Aguado y Maximiliano Rebman. A los concursos de danza del interior de Argentina, a los congresos… “Aprendía de videos en VHS ya que no existía internet. Quedándome las noches escuchando tal o cual casette o CD que traía alguien de España”.
Tomaba cursillos con todos los que llegaban de la ciudad desde Buenos Aires o desde España, incluso bailaba en la Vendimia, un evento que todos los bailarines mendocinos quieren vivir.
“Cuando llegué a España comencé a trabajar en tablaos, chiringuitos, discotecas, ferias y hoteles entre Málaga y Gran Canaria. Embarcado en cruceros, más de medio año descubriendo toda la cuenca del Mediterráneo hasta Marruecos”.
“Tienes que bailar mucho en muchos sitios para apreciar, por ejemplo, los momentos en los que tienes un escenario y un cuadro flamenco en directo tocando: luces, sonido, vestuario y nómina[1]”.
Las condiciones laborales en España para los bailarines no suelen ser del todo favorables, los contratos en blanco son difíciles de conseguir, y a veces “toca bailar en teatros con piso de baldosa” comenta. Tener por vestuario “un depósito de mercadería del bar lleno de lo que te puedas imaginar o un baño sucio. Como eso, miles de cosas. Allí aprendes a pasos agigantados. Conoces profesionales como ‘la copa de un pino’[2] que además de ser buena gente te ayudan a ser mejor y seguir adelante”.
¿Ha pensado alguna vez, cuando las cosas no eran tan fáciles, dejarlo todo?
“Cuando las cosas eran difíciles lo he pasado mal. Lo que peor he llevado ha sido el desarraigo que creo que es de lo peor que puedes sentir como ser humano. No lo puedes cambiar, sólo lo puedes asumir y vivir con ello… También he sentido miedo y soledad. Cuando decidí venir, también sentía cosas parecidas al miedo y me dije que no iba a desistir. He aprendido a vivir sin hacerle mucho caso. Así que, en esos momentos, lo asumes y tiras pa’lante. Pase lo que pase”.
¿Cuál es su proyecto para el futuro?
“De momento perfeccionar mis puntos débiles e intentar ser más completo como bailaor, conocer en profundidad los palos que aún no domino. Seguir en tablaos y si se puede también en compañías.
Me gustaría también llevar a escena algunas ideas, cuando sea el momento indicado y si realmente tengo algo para ofrecer al mundo. Después la vida viene como viene y hay que adaptarse. Así que no tengo en mente proyectos lejanos.
¿Cuál es su relación con Argentina actualmente?
“Me gustaría que fuera más cercana de lo que es. El año pasado volví a la Argentina después de ocho años fuera. Tanto tiempo sin estar cerca hace que todo esté cada vez más lejos, pero la vuelta fue una reconexión que necesitaba. Bueno, que necesitábamos todos. Pudimos montar un proyecto muy interesante, con cursos y espectáculo en teatro que fue todo un éxito. Eso sentó una base sólida para volver y buscar la forma de estar más cerca de mi tierra y poder compartir el baile con mi gente. Este año no me fue posible repetirlo, pero lo tengo pendiente”.
[1] Estar en una plantilla del estado recibiendo un sueldo, con aportes para un trabajador.
[2] Expresión que usan los flamencos para referirse a que son “muy flamencos”.