El verano es una temporada de aparente reposo en la que lo próximo es todavía un proyecto, mientras que lo que pasó es demasiado reciente para decir que ya se ha ido. Si bien se refiere a la producción de danza, el fenómeno es extensible a todo, incluidos los movimientos que cimbraron América Latina y acerca de los cuales es imposible no pronunciarse
En ese contexto el Grupo Performático Sur (GPS) dirigido por Mariana Bellotto, estrenó Jardín Panóptico, una puesta que ostenta una lógica propia al tiempo que interpela explícitamente nuestra construcción social y, por tanto, política. Bellotto es una artista radical que no se anda con vueltas. Parece importarle poco la estética en términos de belleza tradicional y su obra se introduce en un universo caótico que problematiza todo aquello que es aceptado como correcto. Hay una pregunta acerca del cuerpo y su capacidad de ser en el espacio, que da lugar a cautivantes micro piezas y solos, pero desde la palabra se expresa un interés puesto en cuestiones de forma, color y género. Evidentemente, el proceso creativo de la obra comenzó mucho antes que las manifestaciones y represiones perpetradas en Ecuador, Chile y Bolivia, pero la coyuntura del estreno modificó la perspectiva desde la cual su trabajo fue recibido: al tiempo que se denuncia la violencia implicada en todo canon, se pone en evidencia que la operación que ejerce la danza sobre los cuerpos, está muy por debajo de la que aplican los mandatos y los gobiernos sobre los cuerpos de la ciudadanía.
El nombre de la pieza refiere al emblemático Vigilar y Castigar de Michel Foucault y adquiere su sentido más evidente a través de las cámaras, televisores y teléfonos que habitan la escena: somos vistos y reproducidos de forma constante y consensuada ¿Qué es la intimidad en ese panorama? ¿Con qué propósito se produce todo ese contenido digital del individuo? La obra de Bellotto incomoda y por lo mismo merece ser vista. Se hicieron tres presentaciones a fines de noviembre en Galpón Face y volverá a verse allí, los sábados y domingos de febrero a partir del día 8.
Maite Salz forma parte de la troupe de Jardín Panóptico, y junto a Lucrecia Aquino y Paola Castro crearon PET: Paisaje En Transición. El trabajo, que también se estrenó en noviembre en el galpón de Parque Patricios, indaga en la re-significación de objetos plásticos desechados, a partir de su inserción en la creación escénica. En el mes de diciembre, la obra formó parte de la selección del Festival Fauna, organizado por la Universidad Nacional de las Artes, junto a otras propuestas que ya vienen circulando por distintos ciclos como es el caso de Para Iluminar Hay Que Arder de Noelia Meilerman y Juan Salvador Giménez Farfán que, tras participar del ciclo Prodanza en el Hall (Teatro San Martín), obtuvo el premio del festival. También formaron parte de la programación Ramo de Martina Schvartz, con funciones previas en el Centro Cultural Matienzo y Mostra de Victoria Delfino, que tan buena impresión había causado en la Bienal de Arte Joven 2017 y ahora obtuvo una mención del jurado del FAUNA.
Si la nueva tendencia parece ser la producción de temporadas breves e itinerantes, Guachinxs de Facundo Aguirre es otro buen ejemplo de este nuevo formato, registrando en 2019 presentaciones en Teatro Mandril, Galpón Face, Festival de Villa Ballester y la carpa de Circo de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Se trata de un trabajo fundamentalmente danzado, en un compendio de coreografía e improvisación estructurada, que su director sitúa dentro del universo temático Queer, y alinea desde lo estético con obras como Categoría Mosquitos (Andrés Molina), El Partidito (Tamara Dawidowicz) y La Idea Fija (Pablo Rotemberg)
2019 ofreció nuevamente en la ciudad de Buenos Aires una producción escénica extensa y heterogénea de la cual destaca el trabajo articulado entre el Complejo Teatral de Buenos Aires y Prodanza, al sumar infraestructura y recursos para multiplicar el beneficio de todos. Mediante la programación en el hall del Teatro San Martín, la danza ganó un espacio alterno que permitió abordar de forma gratuita y para un espectador -en muchos casos- circunstancial, una multiplicidad de lenguajes, visibilizando a jóvenes creadores y productores independientes. Es lícito imaginar que a través de este tipo de acciones que tienden a pensar la danza, en y hacia su coyuntura, se estará más cerca de posicionar las artes del movimiento en una situación de compromiso e impacto real, y sobretodo más entrañable con la gran franja de la sociedad que no la contempla como parte de su universo.