Comentario

Justicia Perseguirás

Por Daniel Sousa

 

El genocidio armenio, del que acaban de conmemorarse cien años, en la mira del primer bailarín del Teatro Colón Vahram Ambartsoumian y del actor emigrado Kalusd Jensezian, instrumentos de expresión de un reclamo de justicia que el tiempo no acalla

 

Una luz al final del túnel, una señal que permita volver a creer en el hombre y recuperar la paz interior. Eso es lo que a lo largo de una centuria ha buscado, pedido, exigido, implorado, el pueblo armenio, pertinaz, obstinado en la búsqueda de la verdad y la justicia. Durante un año completo la comunidad armenia repartida por el mundo conmemoró el primer centenario del genocidio atroz que marcó su historia para siempre. Un año en el que el reclamo ante el Estado turco para que asuma su responsabilidad en la masacre de 1,5 millón de ciudadanos tomó distintas formas, con un mismo hilo conductor. Una de esas formas ha sido la del teatro, la de la danza.

Vahram Ambartsoumian, primer bailarín del Teatro Colón, y el actor de la diáspora armenia Kalusd Jensezian encarnan una mirada amable de la tragedia que atraviesa a su pueblo en la obra Nomeolvido. Montaje Interpretativo de un Genocidio. Amable porque no hay en ella golpes bajos ni afán revanchista sino un mensaje mesurado pero inclaudicable que se engrandece al pasar por el tamiz de estos artistas. La puesta, oscura, doliente de Herminia Jensezian se ofrece todos los sábados, hasta fines de este mes, en la sala Tadrón, en el epicentro mismo de la grey armenia en Buenos Aires.

Una serie de textos en su lengua de origen (que a la vez se proyectan, traducidos, sobre un lateral del espacio escénico) yergue a Jensezian en una representación de los que no tienen voz, un relator de lo indecible, de lo inexplicable; más aún, de lo inconcebible. “¿Una Armenia sin armenios?” se interroga y repite como una letanía frente al planteo no escrito de ese enemigo voraz que ha hecho oídos sordos durante décadas. Masacrados, deportados por millares entre 1915 y 1923, los armenios fueron expulsados por el gobierno de los Jóvenes Turcos de sus “tierras milenarias”. Esta obra los trae una vez más al presente, los reinstala en este mundo para mostrar que fueron seres sin culpa asolados por una agresión demencial. En sus ropas, en sus fotos añejas, en el tintinear constante de los apellidos viven esos hombres, mujeres y niños a los que Ambastsoumian parece congregar en su cuerpo lacerado para emprender una danza ritual, sanadora. Hay en él una compenetración con la hondura del mensaje que excede el profesionalismo propio de un artista de su talla (Vahram nació en la capital, Ereván, en 1972 y llegó a nuestro país a las 21 años). También autor de la coreografía, de tinte contemporáneo, el bailarín se pone al servicio de un relato valeroso y conmovedor, hecho de retazos.

No es ésta, por cierto, una obra que se beba de un trago. Requiere del espectador un compromiso al confrontarlo a un reclamo histórico que se expone sin odio ni rencor, pero con la firmeza de quien cree justa, necesaria y vital una reparación para su pueblo vilipendiado.

“Todo un siglo pasa en una frase”, le hace decir el libro a Jensezian poco antes del final, cuando el grito de “Justicia” emerge a borbotones y retumba en la sala de paredes despojadas, vestida apenas con haces de luz. Ambartsoumian hace danzar a las palabras y con ellas al dolor mismo que anida en su sangre, en la del actor y en la de otros cientos, miles y millones, los desvalidos del mundo, los deportados. No es por sí mismos que reclaman sino por los que ya no están para elevar su voz y, más aún, por los que vendrán. “Por cada armenio masacrado una canción, porque la canción es el idioma del armenio”, sostiene el relator. Y la música suena.

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Licenciado en Periodismo (USAL). Es Subjefe de Redacción y Editor de la sección Espectáculos del Diario La Prensa, de Buenos Aires. Además, es responsable del sitio web de noticias de Radio Meridiano (Mercedes, BA). Escribió en las revistas Fortuna, Danza Europa y Américas (Reino Unido), Destino Zero (España), Buenos Anuncios, Ohlanda, Buzz, OrientAr, TravelArg, Off, y en el Diario Perfil. Ligado a la danza desde su niñez, fue integrante del Ballet Salta y realizó giras al exterior con distintas compañías de tango y folklore. Es jurado de los Premios Hugo al Teatro Musical y miembro de la Asociación Premios Chúcaro a la Danza Folklórica.