Nota de tapa
Cuando la Alquimia Quita la Respiración
Del 28 de octubre al 6 de noviembre, se realizó la 25º edición del Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso. De carácter bienal, se trata de uno de los eventos más antiguos y prestigiosos del mundo de la danza. Como es habitual, la República Argentina estuvo representada por varios artistas, que se publicarán en las próximas ediciones. En esta entrega, Daniel Proietto habla de sus últimas creaciones
El argentino Daniel Proietto mostró en el Festival de La Habana su coreografía Cigne, bailada por una de las más jóvenes promesas del elenco anfitrión, el Ballet Nacional de Cuba (BNC). El 5 de noviembre la pieza se lució con una magia, que dejó a la sala bajo un hálito difícil de explicar con palabras, en el imponente Gran Teatro de La Habana (impecable luego de las obras de remodelación). Por otro lado, él bailó en la Gala de Clausura (el 6) Réplica, un solo de Omar Saravia sobre música de David Bowie.
Para Cigne eligió dos jóvenes promesas del BNC, de 19 años, Daniela Gómez [quien lo interpretó en el Festival] y Melisa Escalona. “Dos futuras estrellas de la casa”, remarcó Proietto, dejando saber que la posibilidad de seleccionar a la bailarina del BNC con total libertad había significado una ofrenda importante. “Con Daniela, me conecté muchísimo, porque es una artista pasional. Sale al escenario a trascender de la manera en que yo trato de hacerlo como bailarín también. A veces, los bailarines, tenemos esa cosa compulsiva y obsesiva de controlar las cosas, y para mí siempre fue muy importante -desde chico-, quebrar con ese molde de la perfección y dejar salir algo que tiene más que ver con lo visceral, con el ser humano, con la profundidad”, explicó.
Después de haber rendido un homenaje a Vaslav Nijinsky con Rusell Maliphant, Proietto comenzó a pergeñar un tributo a Ana Pavlova. Lo creó en 2013 para su partenaire “de toda la vida” en el Ballet de Oslo (Noruega), Camilla Spidsøe, a quien admira. “La Muerte del Cisne, no solamente marca el final del romanticismo -el cisne como símbolo del romanticismo-, me parecía genial e interesantísimo, el concepto de Fokine de cerrar esa época, con la simbología de la muerte del cisne”. Un film en blanco y negro de la Pavlova bailándolo, sirvió para crear una nueva película, también monocromática “pero contemporánea” (en ella se permiten las cámaras lentas y el zoom), que es proyectada sobre la boca completa del escenario complementándose perfectamente con la acción en vivo que sucede detrás: ella, la bailarina, junto a un niñito (en Cuba, Ernesto Acevedo, alumno de la Escuela Nacional de Ballet) que interactúa con el cisne en su muerte, ingenuo, dubitativo, interrogante, curiosamente, triste. En su gestación “pensaba la muerte en sí, a quién le deja un impacto, cuál es el primer momento en que uno piensa en la muerte. Por eso incluí a un niño cuando confronta el ciclo de la vida por primera vez”, detalló. El pequeño además, canta la primera parte del poema homónimo de Lord Alfred Tennyson, “que sirvió de inspiración a Pavlova y a Fokine”. El maquillaje, por su parte, de cara muy blanca, está pensado “también como si fuera una película en blanco y negro. Hicimos el video en Oslo; quien baila es Camilla, y recrea el video original, por la estética y su manera de hacerlo” (tan diferente a como se lo conoce actualmente).
Cigne ya ha recorrido bastantes compañías a lo largo del globo. Manuel Legris -director de la Opera de Viena- lo vio a principios de 2014, recuerda Proietto junto a esta cronista, poco antes de despegar de La Habana con rumbo a Gotemburgo. “Me acuerdo que se había puesto a llorar en las coulisses varias veces”, confesó indiscretamente. Hubo que esperar hasta junio de este año para poder mostrarla en Austria (sujeta a los tres años de exclusividad con el elenco original). Mientras tanto, el director del ballet vienés, en un gran voto de confianza, le pidió al argentino que realizara una creación para ellos: así nació Blanc (blanco en francés), que se estrenó el mes pasado (ver comentario a continuación).
Blanc
Un par de días antes de llegar a Cuba, Proietto estrenaba su obra de mayor envergadura creada hasta el presente, para el ballet de la Opera de Viena. “Fue… como el momento culminante en mi vida, hasta ahora. Tener esa oportunidad fue una cosa fantástica”, aseguró. Para el joven coreógrafo, trabajar bajo el ala de Manuel Legris, “a quien considero un genio absoluto y uno de los últimos grandes, grandes de la historia”, fue increíble. Que confiara en él para hacer su primera obra grande, “y con todas las posibilidades que me dieron para traer un gran equipo: mi compositor musical, escenografía, video, con los textos de Alan Lucien Øyen” y la Orquesta que tocó la partitura en vivo.
En cinco semanas y media montó el ballet de 40 minutos de duración. “Ellos tienen un repertorio muy extenso: mientras estuve en Viena, por ejemplo, trabajaron con diez obras”, simultáneamente. Utilizó a veinticuatro bailarines y un actor (austríaco) que recitó el texto en alemán, “para comunicarme lo mejor posible con el público dentro de su lengua”, explicó.
¿De qué se trata Blanc?
La pieza tiene dos caras. Por un lado el fenómeno de los ballets blancos, “esos actos tan especiales que para mí son el centro del romanticismo en sí, el centro de la danza clásica, allí está el eje de la cultura del ballet clásico”. Y por otro lado, en Chopiniana especialmente, “que es el primer ballet que aprendí cuando era muy chiquito, me lo enseñó Estela Erman, cuando fui a la Opera de París a hacer una audición frente a Claude Bessy. Lo bailé esa vez y me marcó mucho. Me encantaba, me parecía una cosa muy pura, extremadamente poética, de una belleza realmente simple. Estudié mucho la idea de que fue uno de los primeros ballets abstractos, y asocié la conexión de Fokine en blanco, sin una historia, sin una idea de narrativa. De allí vino el poeta, como creador, como artista, confrontándose con la inspiración misma, con las sílfides, desde esa página en blanco que es el comienzo de la creación. Entonces, es una obra que tiene dos costados, uno muy romántico y otro muy existencialista. El poeta, como personaje no solamente se pregunta qué crear -frente a la página en blanco- sino el por qué crearlo, cuál es el mensaje después de la creación; y de la vida en sí misma, es un mensaje bastante existencialista”.
Daniel Proietto compartió programa en la Opera de Viena con George Balanchine, “fue un gran honor”, aseguró con sentida modestia.
En Cuba
El coreógrafo argentino, estuvo en La Habana a comienzos de año, para reponer Fauno de Sidi Larbi Cherkaoui en la novel compañía Acosta Danza. Lo había bailado en giras, allá por el año 2011, si mal no recuerda. Al llegar a la sala de ensayo, descubrió a diez de los bailarines que habían sido “primerísimos” de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea. “Fue un placer, me encontré con gente extremadamente talentosa dentro del ámbito contemporáneo, que hizo la obra de una manera fenomenal”.
Planes a futuro
“Inmediatamente me voy a Gotemburgo (Suecia) donde reponemos Si a las Sombras Hemos Ofendido [parafraseando el principio de un pasaje de William Shakespeare de Sueño de Una Noche de Verano], una obra que hemos creado el año pasado junto a Alan [Lucien] para la Compañía de la Opera, que para mí es el elenco de danza contemporánea más fuerte que hay en este momento en el mundo”, aseguró sin dudar. “Luego me voy a Kiev, a bailar Sinnerman con Ivan Putrov y recién después finalmente tengo un descanso, que realmente necesito. Fue una época de muchas obras, una locura, estrenamos con la familia -porque con Alan [su pareja en la vida real] los dos creamos- la obra de Kabuki con el bailarín de flamenco Shoji Kojima el 14 de octubre, el 22 de octubre fue la première en Gotemburgo, el 1º de noviembre fue la première en Viena, el 3 de noviembre tenía que bailar el Bowie de Omar Saravia en La Habana (que se estrenó el 7, por un corte de energía eléctrica). Cigne se estrenó el 6 de noviembre. Voy a Buenos Aires a buscar a mi sobrina para llevarla a pasear conmigo por Europa: un poco de familia es necesario.