La vocación, esa inclinación hacia un trabajo, oficio, profesión o carrera que impele, para realizarse, exige un arreglo con el mundo, especialmente en lo que hace a subsistir. Diario de Una Orientadora de Sala, la creación de Victoria Casellas, se presentó en el Teatro Xirgu – Espacio Untref, antes de su partida a la gira #orientadoratour por Portugal y España
La pieza de Casellas, interpretada por ella y Atilio Otero, junto a un cuerpo de baile (Gonzalo Cabalcabué, Diego Gómez, Nicolás Iturbide, Marcos López Marulo, Matías Mancilla, Lucas Mariño, Nicolás Miranda y Esteban Navarro), coreografía de Diego Franco y dirección general de Gonzalo Facundo López, refiere la peripecia de una muchacha que desea ser actriz y que, para llevar adelante ese anhelo, primero se independiza económicamente, o al menos lo intenta. Para esto entra a trabajar como orientadora de sala en un museo.
El relato, pautado a modo de diario confeccionado en Twitter, da cuenta de la evolución de los estados de la protagonista mientras dura el contrato: tres meses. Twittea durante 90 días hasta que finaliza su conchabo.
Fundamentalmente narrada por locuciones de la intérprete, la historia avanza con algunas entradas donde se proyectan los tweets en imagen en el fondo.
El discurso, básicamente un monólogo veloz, jovial, ocurrente, de ácido humor y de tinte biográfico, construye un stand-up efectivo. Las anécdotas relatan lo mal que la pasa en el museo, lo incómodo que es su trabajo. La cantidad de prohibiciones son su queja constante: como orientadora sólo debe ayudar al visitante; fuera de eso no tiene derecho a diálogo alguno ni a movilidad, debiendo permanecer quieta y en silencio en la sala, incluso cuando esté vacía, durante una jornada de ocho horas. Pero esto es a cambio de lo económico con miras a realizarse como actriz, es decir, dinero ganado que es tiempo disponible (hipotéticamente). Un correcto “es decir” explicaría (cosa que en la pieza se expone) que se instala como víctima del capitalismo.
Se dan, en la obra, momentos musicales con canto y baile. Las irrupciones de los ocho bailarines del cuerpo de baile despliegan, junto a Casellas, divertidas e irónicas parodias de music hall. De algún modo ella es la gran protagonista en esas fantasías en lo que hace al baile: ellos están de partenaires, de soporte para su expansión. El contraste entre la pericia de los hombres y la danza de la chica refuerza el sentido cómico, la inmediata ridiculez puesta ex profeso como comentario, esto es, continúa una mecánica propia del stand-up: el baile mismo es stand-up.
Con una ajustada realización en escena, en función, el timing del cuerpo de baile, las premuras de la intérprete y la síntesis coreográfica del universo del musical se cruzaron con la dinámica de los textos y el continuo de situaciones incómodas.
Una buena muestra de divertimento, con la típica estructura del musical desde una anti-heroína, Diario de una Orientadora de Sala se mostró como una sólida parada de humor y cierto sesgo de crítica, tanto social como estética.