Para ella nunca hubo un plan. Pero llegar a dirigir el Tanztheater Wuppertal de Pina Bausch, parece una evolución orgánica para la manager Adolphe Binder. Un encuentro entre sus estudios, trabajos literarios y dramatúrgicos, y la gran pasión por la danza, debida a los increíbles seres humanos que casualmente cruzaron su camino
El recorrido laboral de Adolphe Binder en el mundo de la danza cubre ya dos décadas, pero el arte de Terpsícore no fue desde siempre su pasión. Luego de trabajar en la Schauspielhaus de Hannover, se mudó a Berlín para hacerlo en una revista de arte y cultura, que le permitió descubrir el mundo de la danza. A mitad de los ‘90 se desempeñó como dramaturga para el ballet de la Deutsche Oper Berlin dirigido por Richard Cragun y más tarde como directora del Tanztheater Ballet de la Komische Oper de Berlin. Siguieron propuestas de gestión y organización hasta llegar a ser directora artística de la compañía de danza de la Opera de Gotenburg (Suecia). De 2011 a 2016 logró elevar el nivel del elenco y sus integrantes a un nivel internacional en el campo de la danza contemporánea.
Desde el 1° de mayo de 2017, es Intendenta del Tanztheater Wuppertal, siendo la primera directora externa a la compañía luego de los ocho turbulentos años desde la muerte de su fundadora, Pina Bausch, pionera de la danza-teatro. Balletin Dance, dialogó con ella.
Usted tendrá a su cargo la dirección hasta 2022 ¿Qué proyectos tiene para esta compañía? ¿Cómo va a desarrollar su concepto?
Para mi es un gran desafío el nuevo posicionamiento del Tanztheater Wuppertal, preservando el repertorio Bausch, que representa su esencia. En la temporada 2017/18 tendremos dos estrenos, de coreógrafos invitados que no provienen de allí y que por primera vez trabajarán en Alemania: Dimitris Papaioannou, que tiene ya su propia estructura en Atenas, y el noruego Alan Lucien Øyen. También vamos a abrir la compañía a laboratorios de estudio y actividades paralelas para profesionales y aficionados que se desprenden del proyecto Feuer & Flamme. Tampoco faltarán las giras internacionales: empezaremos en Nueva York y acabaremos en París, con algunas paradas intermedias en Londres y en Asia. En cuanto al repertorio Bausch vamos a tener coreografías pertenecientes a las diferentes fases evolutivas de la gran creadora, con trabajos de las décadas del ’70 hasta el 2000.
¿Cómo será el perfil artístico que necesiten los bailarines? ¿Cómo es la atmósfera en el elenco después del cambio?
Al llegar encontré a personas muy abiertas y curiosas, una prerrogativa básica para mí. Muchos estudiaron en la Universidad Folkwang de Essen o en la Juilliard School de Nueva York. Veo muy poco probable contratar a bailarines que carezcan de estudios clásicos, pero además tienen que tener fuerte personalidad y presencia escénica, y poder adaptarse (en la forma más amplia posible) al gran repertorio que tenemos. Hasta ahora he contratado a cinco bailarines.
Bailarines que nunca trabajaron con Pina Bausch.
¡Claro! Que se juntan a los últimos seis contratados, que tampoco trabajaron con ella. Otra particularidad de esta compañía es la diferencia de edad entre sus componentes ¡de 23 a 67 años! Es muy particular trabajar en estas condiciones, sobre todo cuando se llega a la transmisión de su repertorio. Hay tres diferentes generaciones aquí, tres diferentes conceptos de vida. Un contingente de siete bailarines entre los más adultos, que tomarán también el rol de maestros repositores y tendrán la responsabilidad de transmitir a los más jóvenes la herencia recibida.
Su experiencia en Gotenburg fue muy exitosa ¿Puede compararla con Wuppertal?
No sólo se trata de dos países con estructuras organizativas diferentes. En Gotenburg siempre he hecho estrenos, mientras que aquí el ballet lleva consigo 44 temporadas de tradición, con algunas posibilidades de crear algo nuevo. Hay muchas expectativas en múltiples direcciones. El Tanztheater también se destaca de las otras alemanas: somos una compañía independiente del teatro de la Opera de Wuppertal. Hay un acuerdo con la ciudad para realizar treinta funciones acá y lo demás son giras. Hasta tenemos nuestro propio equipo técnico.
Aunque no es muy usual, quienes no fueron bailarines pueden desplegar una idea visionaria al dirigir una compañía de danza ¿Qué es lo que define a una directora-no bailarina?
Mi punto de vista es la de una dramaturga. Mi camino empieza con la literatura a través del teatro hacia la danza. En estos veinte años se definió más mi concepto sobre este arte, en el que el binomio clásico danza=movimiento no se adapta muy bien. Me interesa la forma expresiva corporal y no corporal, en un ambiente teatral. A una directora-no bailarina siempre va a faltarle la confrontación con su propia carrera en el escenario y algunas otras experiencias, que no son realmente necesarias para lo que es mi tarea. Considero positiva la falta de ambición de expresarme en el escenario. En mi trabajo directivo, necesito el aporte de la expertise de otros: buscar el know-how especializado para complementar lo que no poseo.
¿Qué es lo que le fascina de la danza?
Valoro mucho la internacionalidad de este arte. La posibilidad de trabajar con gente de tan diferentes países. La danza es una gran fuente de fuerza. Me fascina la capacidad de expresión sin palabras. Mi mentor fue Richard Cragun, director del ballet de la Deutsche Oper de Berlín a mediados de los ‘90, que me tomó como dramaturga con la misión de crear cosas nuevas. Durante nuestras discusiones he aprendido de su apertura mental y su modestia. Claramente se necesita una cierta fineza técnica y capacidad de perfeccionarla, pero también se necesita desarrollar un sexto sentido y la fuerza para confiar en uno mismo, que él me permitió desarrollar arriesgándome. Por último, uno sólo puede hacer lo mejor, intentar armar cosas originales y llevar gente nueva… ¡no hay ninguna garantía!
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