Nota de tapa
El bailarín y coreógrafo estrenó en Rusia el segundo espectáculo al frente de su propia compañía de tango. Seguirá en gira por Israel y sopesa presentarlo en la Argentina. Busca darle un nuevo lugar a la mujer en este tipo de propuestas
Serán veinticinco funciones en cinco semanas las que realice, en gira, la compañía del bailarín y coreógrafo Marcos Ayala, con el debut de su nuevo espectáculo, Tango in the Shadows (Tango en las Sombras). El tour, que dio inicio a comienzos de este mes, cumple una primera etapa en Rusia (acaba de hacer escala en el Moscow International Performing Arts Center, y seguirá por San Petersburgo y otras grandes ciudades de ese país), para saltar luego a Israel, donde culminará con una gran presentación en Tel Aviv.
A diferencia de otras propuestas teatrales del género tanguero, incluso del mismo director, Tango in the Shadows adquiere un formato de comedia musical en el que “narramos una historia muy alejada de lo más conocido del tango: el burdel, el cafishio, la prostituta”, cuenta Ayala en diálogo con Balletin Dance. “Esta es una historia de fantasía protagonizada por dos personajes antagónicos, uno de ellos de mucha luz y el otro, que representa a la oscuridad. En este caso, lo luminoso cobra forma en lo femenino y lo oscuro, en lo masculino. Dos mundos muy diferentes, uno más etéreo y soñado, y el otro marcadamente más sexual”.
¿Cómo vive esta transición desde un formato a otro de espectáculo?
Mis inicios fueron con lo más típico de los espectáculos de tango, esos que cuentan la historia del género dividida por bloques, yendo de lo tradicional a lo estilizado. Este cambio tiene que ver con mi deseo de salir de esa estructura, ya un poco gastada. También, como volvemos con la compañía a algunas plazas donde estuvimos con anterioridad, quería ofrecer algo bien distinto. Y, por otra parte, con los avances que se están dando a nivel social, volver sobre la prostitución y la denigración de la mujer me resultaba demodé.
¿Qué lugar ocupa la mujer en su nueva propuesta?
Contamos una historia de amor pero con otra mirada, desde otro lugar. Hay acá un conflicto, que se cierra con un mensaje positivo: no importa lo grave que sea el problema, el amor siempre triunfa. No existió una demanda específica de parte del espectador para decidir este cambio de rumbo, sino que es más bien una necesidad personal. Mi espectáculo anterior, Tango Buenos Aires, funcionó muy bien en todas las plazas, pero en mi deseo de hallar un lenguaje personal creo que este cambio tenía que darse. También por esto se da la incorporación al equipo de Ignacio González Cano.
¿Cuál ha sido su rol?
Nacho me ayudó, desde la dramaturgia, a contar mejor, con herramientas que quizás desde lo coreográfico yo no poseía. La obra tiene muchas partes actuadas y el bailarín suele estar más desprotegido en ese ámbito, siempre propenso a apelar al movimiento corporal para contar. La quietud, en ocasiones es interpretada por el bailarín como un ‘no hacer’ y, sin embargo, puede estar contando algo. Entonces, esta unión de lo coreográfico y lo dramatúrgico se ha constituido en un sello distintivo de este nuevo show.
Ayala y González Cano ya habían coincidido en Chantecler, el musical creado y protagonizado por Mora Godoy. “Nacho trabaja ahora con Marcelo Lombardero en el Colón, y alguien que viene de la ópera tiene siempre la cabeza más abierta que los tangueros, a menudo muy encerrados en nosotros mismos”, confiesa el bailarín y coreógrafo. “La ópera, sí o sí, te obliga a estudiar, y sabiendo que Nacho maneja bien ese lenguaje, estaba convencido de que podíamos llegar a ensamblar muy bien”. Cristian Tateossian, productor ejecutivo de la nueva obra, actuó como nexo entre ellos.
Autogestivo
Tras su paso por una compañía emblema del género como Forever Tango, y después de su desempeño como partenaire de Mora Godoy (en teatro y en el certamen Bailando por un Sueño), Marcos Ayala inició con la compañía Tango Lovers su propio camino en la dirección, recibiendo dos Latin ACE Awards otorgados por la Asociación de Cronistas del Espectáculo de Nueva York, en 2015. Tango in the Shadows es ahora su segundo espectáculo autogestivo.
La propuesta cuenta con un vestuario diseñado por Walter Delgado, Lidia Benítez y el propio Ayala. Junto a un artista plástico, el director bosquejó también unas máscaras de caballo para un segmento central de la obra. “Los animales son dos hombres y la que doma a esos caballos es una mujer. Un mensaje contrario al común de los espectáculos de tango, donde el poder lo ejerce siempre el varón y el sometimiento lo sufren ellas”, parangona.
¿Cuál es el límite en la innovación para que una propuesta no deje de ser, en esencia, un espectáculo de tango?
Respeto siempre los parámetros que sé que debe tener un espectáculo tanguero: hay un tango al piso, un buen abrazo, una linda milonga. Pero, sin descuidar eso, le he dado esta vez algo más de vuelo.
La banda sonora toma como columna vertebral la obra de Astor Piazzolla, junto con música incidental escrita para la ocasión por Richard Cappz. “Fusionamos The Show Must Go On de Freddie Mercury, con Libertango, o el tema de Adele Skyfall con Verano Porteño. Hay también música de la serie de televisión The Leftover. Son melodías que vienen a mí, no las ando buscando sino que me van apareciendo”, confía Ayala.
Doce bailarines integran la compañía (Paola Camacho, Federico Paleo, Luciana Francheli, Nicolás Minoliti, Yesica Lozano, Eber Burger, Sabrina Nogueira y Matías Vidoni, entre otros), que esta vez no cuenta con músicos en vivo (las pistas fueron grabadas en Buenos Aires por el cuarteto Tango Bardo).
Ingratitud
Hay muchas compañías de tango que giran por el mundo con gran éxito pero no tienen cabida en nuestro país. ¿Podremos ver aquí esta nueva obra?
Tengo muchas ganas de hacerla. Pero también siento que Buenos Aires es a veces un poco ingrata con los espectáculos de tango y de folklore. No se los valora como sí lo hacen en otros países. De hacerlo, lo haría sólo para darme un gusto personal.
Sabe que se expone a la remanida frase ‘eso no es tango’…
Estoy acostumbrado a escucharla. Mi fuerte es el tango escenario, no lo oculto. Tengo en la compañía parejas de tango salón realmente muy buenas, y entiendo que oponiendo ambos estilos es cuando los dos se potencian. Las dos cosas son tango, se necesitan y se retroalimentan.
Se inició en la danza con apenas diez años. ¿Qué ve de usted cuando mira hacia atrás?
Yo vivía en Lomas del Mirador y el solo hecho de venir a la Capital ya era una aventura. Casi todos mis estudios los hice como becado. Hoy lo pienso y siento un gran orgullo por eso. En aquel tiempo no imaginaba que un día podría llegar a hacer una gira internacional con una compañía propia. A decir verdad, no me propongo grandes metas, pero las que me fijo las voy alcanzando, casi sin darme cuenta.
¿Fantasea con bajar del escenario y dedicarse plenamente a la dirección?
Sí, claro. No me imagino bailando hasta los cincuenta años. Además, me siento muy bien viendo a una pareja interpretar lo que he podido transmitirle. Dirigir me causa el mismo placer que bailar. Proyectarse uno en otras personas es algo mágico, y me siento muy cómodo.