Durante marzo y abril, se presentó en la emblemática sala del Teatro San Martín El Reñidero, una puesta coreográfica de Alejandro Cervera sobre la obra original de Sergio De Cecco, publicada en 1962 e inspirada en el mito griego de Electra de Sófocles. Balletin Dance estuvo presente
Alejandro Cervera está estrechamente ligado al Ballet Contemporáneo del San Martín: formó parte del elenco por casi 10 años, coreografió para ellos en varias ocasiones e incluso fue director asociado de la Compañía entre 1985 y 1987. Hay algo familiar en ese vínculo y eso se percibe. De otro modo, tal vez no hubiese sido posible llevar tan efectiva y rápidamente a estos 25 bailarines a un terreno en el que no acostumbramos ver.
“El Reñidero es teatro danzado o danza teatro; ha tenido mil denominaciones distintas pero definitivamente contiene un concepto de narración para la danza. Es una obra de mucho compromiso físico y además interpretativo, porque se trabajan los personajes de la obra de De Cecco y de Sófocles también”, comenta su creador.
¿Por qué esta obra?
“Siempre me interesó el mundo de los clásicos griegos y la tragedia y El Reñidero trae la Electra de Sófocles a un Palermo de 1905, de punteros políticos y cuchilleros, y a esta familia -que modernamente llamaríamos disfuncional- signada por sentimientos profundos y bélicos. Sentí que este tema nos atraviesa a los argentinos en la actualidad, no nos es lejano. Vivimos en una sociedad muy convulsionada y con mal pronóstico. Yo incorporé un clima mucho más marginal que indudablemente pone la obra en un conurbano, donde el sentimiento de lo trágico se hace más fuerte porque es más desolado y brutal, y la tragedia, cuando es desolada, se vuelve más severa y profunda. En 1983 hice Dirección Obligatoria, una pieza que habla de la Argentina de las Malvinas y la dictadura; evidentemente hay en mí una preocupación por lo social, lo político y por mi país”.
La puesta tiene -al menos- tres particularidades: por un lado la incorporación de una actriz que recita textos de la versión original y cuya función es comentar a la manera del coro en el teatro griego, mientras que la acción sigue a cargo de los bailarines.
En segundo lugar la música. Además de una banda sonora seleccionada por el propio Cervera la pieza cuenta con composición original de Zypce y con la presencia de dos músicos en directo. Este convivio al que la compañía no suele recurrir, ha proporcionado a la obra una dinámica y tensión particulares, además de resultar fundamentales para delinear su identidad y la intención de situarse en una Buenos Aires más actual.
Finalmente, hay algo sumamente personal en el modo de utilizar el espacio; los niveles y los diferentes planos de profundidad -tanto en la composición coreográfica como en su relación con el dispositivo escenográfico- que confirman el sello indiscutible de Alejandro Cervera. Esa capacidad de desarrollar una marca reconocible es un mérito que no muchos coreógrafos pueden atribuirse.