Fantasmas sin Sueño

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Mundo (¿trampa?) de fantasmas. Foto: Agustin Mendilaharzu

Si, para el imaginario popular o erudito, a veces, un fantasma aparece como sábana que flota con cierta figura “humana” nocturna, podría pensarse que esa sábana fuera de su lugar habitual, la cama, corporiza algo onírico, también dislocado. En el Galpón de Guevara se estrenó Trampa para Fantasmas (La Disolución), de Luciana Acuña y Luis Biasotto

 

Si, como suele decirse, los fantasmas no existen, son irreales, habría que criticar estas afirmaciones como oxímoron: si podemos hablar de fantasmas, mentarlos, obviamente algún grado de realidad presentan, de algún modo existen. Incluso hay quienes los perciben, dicen.

Tal vez lleve razón Goya con aquello de que “el sueño de la razón produce monstruos” y, sea lo que fuere, un fantasma es un monstruo: se separa de lo esperable, aparece por fuera de una típica cotidianeidad. También pueden comprenderse como monstruosos los sueños en tanto que se separan de esperables cotidianos y son muy concretos: producen cambios corporales y emocionales efectivos en los soñantes.

Acuña y Biasotto traen a cuenta fantasmas aparentemente calmos aunque agresivos e, insistiendo en marca de fábrica de los creadores, con un humor por momentos ostensible y trivial, por otros sardónico, seco, crítico y hasta siniestro.

El dispositivo escénico es simple: un larga mesa y sillas (inevitable considerar cierta alusión irónica a la ya irónica pieza de Jooss, La Mesa Verde). Aparecen y desaparecen los personajes dando inicio a un posible juego de fantasmas. Sus vestuarios son urbanos, por darles una categoría. Sentados a la mesa cuentan lo que podrían ser sucintas biografías, todas con algo incómodo o marginal de esas personalidades. Y aparece también un personaje que no habla, una figura humanoide camuflada de pastos, como para perderse u ocultarse en un bosque o una selva. Se destaca de los otros quienes no parecen registrarlo. Presente, visible, oculto y ausente a un tiempo, como fantasma. Hacia el final, la mayoría de los personajes serán esos fantasmas de “camuflaje” en escena que se tragan a los personajes de “realidad” de escena. ¿Expresiones de algo alucinado, pesadillesco, angustias de la razón con sus monstruos proyectados que se tragan, como en guerra, el orden dado del mundo?

En función, los intérpretes (Alejandro Alonso, Francisco Dibar, Ana García, Milva Leonardi, Quillén Mut Cantero), con notables destrezas, pasaron por lenguajes diversos entre danzas tradicionales y académicas como también transitaron expresiones teatrales con rasgos clownescos.

Trampa para Fantasmas, con sus juegos estilísticos y de humor, con aparente liviandad, también se constituye como un espectáculo que, además de entretener lleva a reflexiones sobre violencias y miedos, estados de angustia y desolaciones, presentado esto último oculto en lo que se ve, indirectamente, con alusiones a trampas y monstruos de pesadillas que se salieron de lo onírico y se acercan a la cotidianeidad como potencial contienda de un estado de cosas contemporáneo.