En Sevilla está lloviendo y me apresuro a cruzar el puente de Triana porque al otro lado una de las referentes del baile flamenco gitano espera: Manuela Carrasco. Ganadora del Premio Nacional de Danzas (2007) y de varios otros, con una notable carrera artística, se hace unos minutos para dialogar con Balletin Dance
Hablar de Manuela Carrasco es hablar del baile por soleá. “Ese palo es mío nato. Bailo diferente a los demás por soleá”, afirma. Hay un sentido de apropiación sobre uno de los estilos más jondos del baile y categóricamente repite: “me gusta bailar por todo, pero me identifico con esa. Mi soleá va muy lenta, por eso el cantaor tiene que saber cantar muy bien para podérmela hacer”. Sus ojos me recuerdan a Lola Flores, su mirada penetrante intimida, estando frente a frente en la sala de baile, dónde poco después, llegarán sus alumnas.
¿Cómo compone sus bailes?
“Hay una estructura, una parte del baile que está montado. Dentro de allí cuando me da la inspiración sale, surge. Yo no soy una bailaora de técnica, soy bailaora de arte y temperamento. Sabes que los artistas tenemos días buenos, días regulares y días malos, por eso hay que tener una estructura, porque no todos los días te llega la inspiración”.
Sus predecesoras, las bailaoras anteriores a su generación, se especializaban en un solo estilo. Ahora, las más jóvenes, bailan por todos los palos ¿qué piensa al respecto?
“Yo, desde que empecé me preocupé por saber todo el flamenco. Yo bailo por todos los palos. Cuando se hace un espectáculo no se baila solo por soleá, te imaginarás”. Ya distendida sobre su silla y como si lo estuviera bailando empezó a hablar de los bailes. “Hay que hacer seguiriyas, tarantos, bulerías, alegrías, cañas… Lo que pasa es que antes, las más antiguas, se especializaban en un solo estilo, trabajaban con el palo de cada una, que era el bueno, simplemente porque no había tiempo y escogían el baile que les venía bien”.
Actualmente en los festivales se ven bailaoras muy jóvenes, cada vez son menos las maestras que actúan ¿a qué se debe?
“No es que no haya espacio. Lo que pasa es que cuando una tiene un nombre, las cosas te quedan pequeñas y tienes que ir eligiendo lo que mejor te queda. No puedo estar ensayando tres meses para actuar un día. En la Bienal nadie gana dinero, por eso no quiero hacerlo”.
¿Cómo es un día en la vida de una bailaora flamenca?
“Soy madre, abuela, bisabuela. Me gusta salir, llevar a los nietos a comer fuera e ir al parque. Soy muy, muy, casera… y tengo mis ensayos”, dice refiriéndose a las clases. “Soy muy aficionada al arte, cuando hay cosas que merecen la pena, voy…”
Perteneció a una generación de transición, en los años ’80 ¿cómo se trabajaba en esa época y cómo era el trato por ser mujer y gitana?
“Yo he tenido mi libertad restringida, pero no he sentido nada. Hay lugares donde se puede ir y lugares donde no se puede ir. Yo he ido a todos los sitios acompañada de mis padres. No he tenido ese problema”. Algo de la pregunta la incomodó. Yo quería saber cómo era ese ambiente machista del flamenco en épocas en que una mujer llevaba adelante una compañía. Algo de lo que aun hoy día no se puede hablar con libertad en Andalucía.
¿Qué le gustaría dejar a las nuevas generaciones?
“La pena que tengo, es que no se preocupan del arte. Y el consejo que doy, es que no todo es pies”, señala refiriéndose al exceso de zapateos de los bailes hoy. “Es arte, personalidad, majestad, que no lo hacen. Que se preocupen en conocerse a sí mismos para sacar lo mejor que hay dentro, y que no desvirtúen. Que los bailes se hagan como se tiene que hacer”. Enérgica, sentencia: “preocuparse por la estructura del cuerpo y de los brazos”.
Sin lugar a dudas, a la maestra no le falta energía, actualmente está trabajando en el proyecto de su propia Fundación Manuela Carrasco, que trabajará para que el flamenco no se pierda. Que se respete lo que ella llama la tradición. Habrá charlas, cursos, conferencias de cante, baile y toque. “Estamos luchando por lo que es el flamenco de verdad, en sí, no queremos que se pierda.”
¿Y qué se está perdiendo Manuela?
“Un ejemplo: se está perdiendo la bata de cola, la peina [peineta], el mantón, el respeto al público. Si se empieza por tangos, se termina por tangos, no por seguiriya. Hay músicas que enriquecen al flamenco, y hay música que lo destruye. Hay que amar el flamenco. Amar”.