Son bailarinas, coreógrafas y docentes, siempre presentes en la escena de la danza porteña. Mujeres y amigas que dan cuenta del verdadero empoderamiento.
“Empezamos de una manera no tan consciente”, dice Carla Rímola, mirando a Laura Figueiras que responde en lo que se transformará en un relato tejido entre dos. “Hicimos la carrera de la Universidad Nacional de las Artes (UNA) juntas, y el encuentro creativo fue un espacio de empuje mutuo”.
CR: Tardamos dos años en hacer Acto Blanco [de ahora en más AB], porque además era una tesis de graduación, pero esa primera obra fue una instancia formadora que nos marcó para lo que vendría después.
LF: Construimos un modo “entre”, y no como suma de individualidades: una intersubjetividad.
¿Y sus procesos individuales?
LF: Para mí todo proyecto es con Carli. Hemos hecho cosas solas, pero porque nos lo han pedido. Yo hice un trabajo a partir de Doris Humphrey, que en realidad se funda en nuestra indagación conjunta: cómo revisitar cuestiones del pasado en la danza.
CR: Yo monté Isadora Sur, que tenía que ver con la histórica visita de Duncan a la Argentina. Siempre estamos en la misma temática.
¿Estas revisiones son una crítica?
CR: En Polvaredal decimos: “desempolvamos la historia”, y al hacer eso aparecen muchas cosas que se pueden tomar con humor o ironía.
LF: En el caso de AB revisitamos los ballets románticos tratando de transformar el rol de la mujer débil e inmaterial. Hay una toma de posición que linda con la ironía e incluso con el homenaje, porque somos muy gustosas del ballet. Entonces trabajamos en clave paródica creando un nuevo texto sobre el anterior.
¿Tienen un concepto en relación al desnudo?
LF: Yo creo que aparece como signo cuando lo necesitamos. En el caso de Polvaredal, surge en el Malambo para subvertir estereotipos: la fortaleza asociada con el hombre en oposición a la modosita, la moderada.
CR: Buscamos exacerbar la mujer en un espacio habitual de varones. Extrañamos el cuerpo femenino y lo convertimos en una vulva zapateando que pone de relieve su poderío expresado en la danza.
¿Por eso no trabajan con bailarines hombres?
LF: Hicimos El Laberinto de la Historia y Amarradero, ambos con la Compañía de la UNA. Pero cuando vino La Muerte y la Doncella, otra vez elegimos mujeres.
CR: Hay algo de la temática de género que evidentemente nos convoca.
LF: Si, pero recién en Polvaredal se volvió una premisa: queríamos mujeres por lo que se cuenta. En AB en realidad trabajamos con las que nos bancaron, que eran nuestras amigas.
¿Existe en su imaginario una obra de movimiento por movimiento?
LF: Amamos la abstracción de la danza y el virtuosismo, pero evidentemente estamos cruzadas por estas preguntas.
CR: Al menos por ahora. Pero las dos somos muy abiertas a un montón de estéticas, como intérpretes nos encanta bailar todo.
Intérpretes y Coreógrafas
CR: Yo no tengo claro el límite, incluso metería la docencia en el combo, porque una cosa alimenta la otra. Cuando estamos dirigiendo me pongo en el lugar del intérprete y viceversa: ¡hasta con la producción me pongo empática y te ayudo con los e-mails!
Pero nunca bailan sus obras
LF: Es que como directora necesitas ver. Yo fui mamá hace poco. Mi cuerpo cambió y ahora me siento menos bailarina y más directora, que también se relaciona con la docencia porque es un rol de conducción donde podes probar cosas.
Arte y familia
LF: El marido de Carli es el pianista de la obra [Santiago Torricelli], y el mío que también es músico, hace el sonido [Juan Alarcón]. Ambos están muy presentes en nuestra labor creativa. Mi suegro es bailarín, asique Juan creció en ese mundo.
CR: Mis papás bailaban folklore, mi mamá incluso era profe pero yo soy la primera que eligió hacer de la danza su profesión. Con Santiago estamos hace 20 años así que somos un equipo y yo me siento tan cerca de la música como él de la danza.
Presente
Estrenada en el Festival Internacional de Teatro de Buenos Aires (FIBA), Polvaredal sigue los domingos de junio a las 20:30 hs, en El Portón de Sánchez. Acostumbradas a largas temporadas, sus directoras reconocen que ahora el contexto de circulación parece tener más que ver con lo atomizado: temporadas cortas y cambiar de teatro.
¿Quién es su público?
CR: El público de la danza se amplió. Nosotras tenemos muches alumnes[1] que vienen, también gente que nos vio como intérpretes. Yo bailó La Wagner hace siete años y Pablo [Rotemberg] convoca espectadores de teatro que después se animan a otras cosas. En los comentarios sobre La Wagner la gente escribe: “genial las actrices”.
LF: Los nuestros son fundamentalmente de danza. Pero es verdad que haber estado en festivales genera un público más heterogéneo.
CR: Es un buen momento para la danza, en el sentido de que el cuerpo y la imagen están puestos en primer plano. Hay un público que antes no existía.
LF: La Universidad Pública ayudó mucho, obviamente en relación con la formación, pero sobre todo con la circulación de la información.
CR: Abrió un campo de legitimización de nuestra actividad.
LF: Sería bueno que esa profesionalización de la danza que se erige desde el polo educativo, se espejara a través de políticas culturales direccionadas a generar un desarrollo y un fomento de nuestra actividad.
¿En qué situación está el proyecto por la Ley de Danza?
LF: En el Congreso. La presentamos el año pasado por segunda vez. La ley propone la creación de un Instituto Federal de Danza, que implica un presupuesto determinado a otorgar; hemos tenido gran apoyo pero aún no hay voluntad política para que entre en tratamiento. Lo interesante es que se lograron avances concretos en distintos puntos del país, y eso es fruto de lo que se motorizó a partir de la militancia de la comunidad de la danza.
[1] En la Argentina, hace un tiempo y cada vez más, se utiliza como lenguaje neutro para incluir a las personas de género no binario las terminaciones con la letra e (a veces x, sobre todo en forma escrita). En los medios de comunicación gráficos, aún se está debatiendo si se deben conservar o no, al incluir las palabras textuales dichas por un entrevistado.