El mes pasado Jorge Amarante presentó su versión de Carmen en el Teatro ND Ateneo de Buenos Aires, con un elenco seleccionado a la perfección
La puesta se había estrenado en México, cuando Jorge Amarante dirigía el Ballet de Monterrey, y a su regreso a la Argentina, el coreógrafo escogió magistralmente a los bailarines locales para una reedición, que es de esperar tenga más de una presentación.
Esta Carmen resulta atractiva desde la puesta en escena, la coreografía, el vestuario hasta la iluminación. Sobre la partitura de Rodion Shchedrin (sobre la de George Bizet) para el ballet que Alberto Alonso creó para Maya Plisetskaya (1967), Carmen es en sí misma una obra de arte. Revisitada ahora en Buenos Aires, ciertamente ha sido la elección de los bailarines el mayor acierto de Amarante.
Macarena Giménez como Carmen fue completamente convincente, una mujer libre, desprejuiciada, enamorada. A sus pies cayó rendido Maximiliano Iglesias como Don José, cuyo alterado amor lo llevó a perder su trabajo y su dignidad, hasta matarla al final de la pieza. Jiva Velázquez logró encarnar fielmente a un seductor Escamillo, con virtuosismo técnico y jovialidad arrolladora. Tremendo fue Matías Santos con su cuidada agresividad para Zúñiga.
En un ambiente atemporal y sin más reminiscencias geográficas que la propia música, Amarante prescindió del personaje del Destino, lo que de alguna manera produce mayor sorpresa al final, y agregó en un dúo a la Amiga de Escamillo (Iara Fassi). Por último, para el cuerpo de baile combinó a experimentados bailarines con debutantes en una selecta distinción, reemplazando a las cigarreras por Mujeres: Lorena Sabena, María Emilia Pommorsky, Paloma Ramírez e Ingrid Molea; y a los miembros del ejército por Hombres: Emiliano Flacone, Tomás Carrillo, Franco Noriega y David Juárez.