Lo vivido a edad temprana queda en un lugar especial dentro nuestro. Seguramente la alegría de compartir la danza durante los diez días de la Fiesta de Colectividades de Rosario, después de la escuela; influyó en la existencia de Proyecto Freedancers
Fue en esa gran fiesta que Luisina Andrea Tejerizo, estudiante de ballet, flamenco y piano, se encantó con las danzas grupales de niñas de ascendencia oriental. En las carpas de cada club de inmigrantes, había cultura, música, trajes. En los de Siria y Líbano, además de grupos de dabke, la danza árabe era tranquila y suave, las bailarinas llevaban pañuelos en sus cabezas y caderas.
Durante su formación y período como docente de piano, Tejerizo buscaba músicas de inspiración oriental, luego, la decisión de incursionar en la danza árabe no se hizo esperar. El profesorado de bellydance, era la opción local, pero desde el principio, hubo cosas que le hicieron ruido: pocas coincidencias con lo vivido en “colectividades”. Percibió una gran confusión entre lo tradicional y lo que aprendía. Al tener el backup de otras disciplinas, eso se fue haciendo más evidente. La proyección al estilo vedette, la falta del “bailar con el otro”, la lealtad a una sola academia, espectáculos donde danzas, músicas y trajes eran iguales, sin conexión entre los números, y la duración casi interminable de esos eventos: más ruido. Empezó a tomar toda clase de talleres en Buenos Aires y en Rosario, buscando respuestas, caminos. Mientras más estudiaba más entendía la distancia entre danza árabe y belly.
Ante la necesidad de hacer algo diferente, contactó compañeras con inquietudes similares, aun temiendo lo que iban a decir sus profesoras. Quería hacer algo de calidad para brindar al público, no más de lo mismo. El primer show del Proyecto Freedancers, fue con la orquestra Zikraiat, tocando clásicos árabes, previo estudio de las bailarinas emblemáticas de Egipto, para inspiración de las doce danzas solistas. Las Bailarinas del Cairo se hizo en un bar, para estar cerca de la gente y volver a la danza pequeña, original. Ese primer movimiento, generó mucha polémica en el medio, no sólo porque la propuesta fue dar contexto a lo que pasa en la danza, sino también por la independencia de los artistas.
Hoy, Proyecto Freedancers, tiene un núcleo casi fijo de bailarinas de danza oriental y tribal, y como está fuera de las academias, une artistas que normalmente no se juntarían, conjugan danzas africanas, tango, tribal, folklore, árabe, candombe en los que participan aquellos que coinciden con la temática de cada evento. Luisina, por ser la que ideó la revolución, oficia de directora, pero todos traen propuestas. Y como buen proyecto independiente auto subvencionado, cada uno aporta desde sus otros talentos: diseño de afiches, producción, etc. Abrieron espacio para crear sin limitaciones de ideas pre-existentes. Participan desde profesores con trayectoria hasta alumnas avanzadas, presentándose en ferias, galas a beneficio, intervenciones urbanas, peñas. Añoran volver a nuclearse en un espacio, ya que la convivencia que tuvieron durante 2018 en una sala de clases entre los profes de las diferentes disciplinas y músicos, facilitaba la organización de los shows. Se aventuraron a una obra de danza teatro infantil, Aladino, en vacaciones de invierno y realizan shows de flamenco con músicos en vivo y de danzas fusión, pero siempre teniendo la raíz folklórica en perspectiva.
En diciembre, presentarán una versión más larga de Capricho Oriental (danza árabe, fusiones, tribal con percusión en vivo al final). Para un futuro próximo, planean moverse, que vengan bailarines de otras ciudades y poder ir a otras llevando la propuesta. Eso sí, siempre en grupo, unidos e independientes.
Increíble cómo la fiesta de las colectividades marcó a muchas bailarinas (me incluyo) y lo sigue haciendo! Ojalá prosperen muchas redes cooperativas así! Salú!