Florencia Werchowsky estrenó el mes pasado Danza de los Estados, en el Centro Cultural de la Cooperación. Basada en la vida de dos grandes bailarinas ya retiradas del Teatro Colón: Silvia Bazilis -que cuenta su historia en un film- y Maricel De Mitri -en escena-, cuya excelente entrega (en danza y actuación), constituyó el sostén de la obra
Aunque el título resulta poco acertado, porque podría suponerse que se trata de bailes de distintos países, la biografía de estas grandes bailarinas, atrapó al público y en especial a las ex bailarinas, porque nos llevó a revivir nuestra propia vida en la danza. Danza de los Estados transita desde las épocas de estudiantes, la primera presentación en público a nivel profesional, las lesiones, el fin de la carrera sobre el escenario y la enseñanza, para volcar esos saberes largamente adquiridos.
Retirarse del escenario, es dejar paso a los más jóvenes y ayudarlos en su crecimiento como artistas. Esto se vio en escena cuando Maricel De Mitri y Edgardo Trabalón (el momento danzado de mayor emotividad), ayudaban a Emilia Peredo Aguirre y a Jiva Velázquez Pandam (en algunas funciones reemplazados por Aldana Percivatti y Devid Gómez), a componer sus personajes de Kitri y Basilio, del ballet Don Quijote. Ambos jóvenes bailarines, lograron una madurez expresiva y técnica digna de resaltar.
Los roles de estudiantes que comienzan la carrera, fueron muy bien compuestos por Txaro Manen Oyarzábal y Angelina Casco Guiñazú.
La actriz Andrea Carballo (en pantalla), planteó en distintos momentos, una serie de reflexiones sobre el rol del Estado en el desarrollo de la carrera, la problemática de la jubilación (que en el Teatro Colón se ha igualado con el régimen jubilatorio común), sobre qué ciencia mide el esfuerzo, la vocación de un bailarín y los resultados de una carrera.
La obra finalizó con todo el grupo realizando una secuencia de danza clásica, mientras que De Mitri, con movimientos contemporáneos, expresó el pesar por aquella juventud que al perderse, nos aleja del escenario.
Con dramaturgia de Werchowsky y Alejandro Quesada, la composición musical corrió por cuenta de Diego Voloschin, y las luces y escenografía de Santiago Badillo. Un cerrado aplauso del público -conformado en su gran mayoría por ex bailarines-, premió la entrega de estos artistas.