Entrevista

Profeta en el Exterior

Por Agustina Llumá

Uruguay, Brasil, Paraguay y México, demandan el trabajo del argentino Mario Galizzi, en este 2016, como maestro, ensayista y director de compañía. Apenas pocos instantes estuvo en Buenos Aires, fundamentalmente para organizar su próximo viaje, que lo distanciará por un tiempo. Acaba de ser nombrado director artístico de la Compañía Nacional de Danza de México

 

Casi parecía imposible encontrar un espacio en su agenda para coincidir físicamente, pero una lluviosa tarde porteña, Mario Galizzi recibió a quien escribe en su casa de la ciudad de Buenos Aires, entre trámites, mails y los empaques que demanda un largo viaje. La charla se extendió por muchas horas y la temática resultó de lo más variada. Es que el maestro siente que transita el momento en que debe decir todo: “son muchos años de hacer esto, en montones de compañías. He observado cómo se manejan, sobre todo las latinoamericanas que son las más complejas, por una razón presupuestaria, entre otras cosas. No decir ciertas cosas no tiene mucho sentido. Porque para algo vos vivís y tenés experiencias. Si no… ¿para qué estás?”.

A partir de allí, Galizzi habló sin descanso. Defensor acérrimo de la estabilidad en las compañías de ballet de repertorio, fundamentalmente porque “los bailarines estables mayores” son imprescindibles para cubrir roles específicos en todos los grandes ballets, “tienen esa capacidad de vivencia que te da la vida”, que raramente se ve en un artista joven. “Ahora veo compañías lindas, con chicos jóvenes que carecen de esto. Tampoco pueden aprenden de los mayores la tradición vivida durante tantos años con todos los coreógrafos que han venido a las compañías”. Por supuesto habla de la experiencia personal, “no podés entenderlo a través de un video”.

 

Con la Compañía Nacional de México

La CNDM, es un ballet clásico que depende del INBA (Instituto Nacional de Bellas Artes), una institución “enorme”. Funciona en forma “estable como compañía, pero no así los bailarines”, explicó Galizzi a esta cronista. El sistema, similar al de Chile, ofrece un retiro para los bailarines alrededor de los 40 años de edad, “que no es una jubilación, pero te dan tanto dinero, y una gran despida. Hay cierta estabilidad porque la gente se mantiene durante años. Hay una protección para el bailarín que es un trabajador igual que cualquiera”.

 

Derechos de autor

El maestro ha trabajado con esta agrupación en numerosas oportunidades, con diferentes directivos, por tanto conoce lo que han bailado y lo que tienen en repertorio, “ahora me estoy interiorizando con respecto a los derechos de autor, qué está pago y qué no, qué hay que reanudar. Me interesan mucho las tres grandes obras de John Cranko que tienen: La Fierecilla Domada, Romeo y Julieta, Eugene Onegin, títulos que no hace cualquier compañía (eso te da la pauta de lo qué es el elenco). Son grandes ballets de nuestra contemporaneidad y me encantan, quiero traer Manon de Keneth MacMillan (si pudo hacer Cranko puede hacer MacMillan)”, aseguró orgulloso. Paralelamente, admitió que en el caso de que no se pudiera hacer por razones presupuestarias, “no tiene mucho sentido que yo me quede; hay que ver la manera de que si no es este año se pueda programar para el otro. Tienen también La Cenicienta de Ben Stevenson que es una de las mejores versiones que hay. Cuando llegué allá, la compañía hace La Sylphide (que no monté yo) en el Palacio de Bellas Artes, con orquesta; después cierra esta parte de la temporada (allá tienen vacaciones a mitad de año) en el Teatro de la Ciudad con Chopiniana y tercer acto completo de Raymonda que puso Fernando Bujones y cedió los derechos a la compañía, que está muy bien puesto y quiero conservarlo; con algún pas de deux entre medio. Además, hay galas por diferentes lugares, Cascanueces de Nina Novak en el Teatro Nacional, que está muy bien. Veré lo de El Lago de los Cisnes en Chapultepec, que es un extracto, una obra que lleva 40 temporadas en la isla, que es un gran gran éxito. Pero tengo que ver si ya cumplió un ciclo. Considero que la compañía tiene que tener un Lago… completo en su casa, con su orquesta; que no tiene, porque tiene el otro. Hay otras opciones para hacer al aire libre, como el acto de las sombras de La Bayadera”.

 

¿Contemporáneo?

“Hay  mucho contemporáneo en México, bastante bueno. Está como fijo un atelier de coreógrafos mexicanos, que por supuesto es importantísimo. No me atrevo a decir los nombres de los contemporáneos…” dijo Galizzi, pero no pudo contenerse: “yo soy un fanático de Jirí Kylián por ejemplo, pero generalmente las obras que te dan él o Nacho Duato, son para poca gente. Me encantaría poner Petit Mort, una joya coreográfica, pero se queda una parte importante de la compañía sin bailar. Me encantaría Angelin Preljiocaj, y los Balanchine, que amo. Pero de todas maneras, preferiría que hagan una obra completa más grande”. En síntesis: en una compañía de este tipo no pueden faltar “los tres Tchaicovsky, la danza madre es: Lago…, Bella… y Cascanueces, son permanentes, tienen que estar, es la base, lo que mantiene a una compañía en la cosa académica, física y en estado. Después Cranko y MacMillan que ha venido a posterior, y Balanchine que es la danza por la danza misma. Voy a intentar que vaya Sinfonía en C…”. Nuevamente el maestro dejó saber que si no pueden ir esas obras, regresaría a su “casa”.

 

Devolver lo recibido

Como Bujones, Galizzi donó los derechos de autor de sus puestas al Teatro Colón para siempre. “Doné los derechos de El Lago de los Cisnes, pero gastan dinero en diferentes puestas: después de la mía hubo dos más. También doné los de La Bella Durmiente y La Sylphide. Yo hice tantos años en el Teatro, fui bailarín, maestro, director, me pareció muy válido devolver un poco al Teatro lo que el Teatro me había dado -aunque suene feo- hasta en la cosa económica. La estabilidad, a mí y a mi ex esposa, nos permitió vivir, mandar a nuestros hijos al colegio privado, vacaciones, aguinaldos. En algún momento uno tiene que retribuir esto, creo que cobré bastante durante muchos años y además ahora tengo una jubilación. Pero nadie hizo caso, las versiones que vinieron después -lo digo así, abiertamente-, no fueron mejores que la mía. Es una realidad”.

 

Agenda

“Acabo de llegar de Paraguay donde estoy haciendo una Bella Durmiente más acotada, para un escenario más pequeño, con el Ballet Municipal de Asunción. Mi relación con el Ballet de San Pablo es fantástica, hace mucho que voy, cada año un poco más; la última propuesta fue la de director de ensayos, además de clases por supuesto. Somos dos, porque no podemos estar todo el año, el otro es Giovanni di Palma, italiano, que trabaja mucho en Europa. Con ellos voy a poner El Lago de los Cisnes completo, el mismo que hice acá. La compañía es totalmente contemporánea, pero a un nivel altísimo (pienso que es la mejor compañía que hay en Brasil en ese aspecto) y están haciendo un clásico por año. Marcia Haydée puso un Don Quijote ahora.”

 

Maestro de corazón

Galizzi asegura que dar clases, es lo que más le gusta “es lo que me da realmente placer, eso no lo quiero dejar”. Cuando volvió de Alemania, en la mitad de los setentas, de hacer entre 130 y 150 funciones al año en la Opera de Frankfurt, pasó a 30 espectáculos anuales en el Teatro Colón. Sin aquella actividad terrible, decidió que debía empezar a dictar clases. En Europa había tomado muchísimas clases con diferentes maestros de diversas escuelas. “Viajé a Dinamarca muchas veces, viajaba a París a la noche un día que tenía libre para hacer clase y volver. Creo que ahora me doy cuenta, que asimilaba cosas para un futuro… no era para bailar yo. Me nutrí para enseñarlo después”. Escuela rusa en Düsseldorf, la primera compañía que integró allá, los últimos tres años en Frankfurt con maestros del New York City Ballet (cuando John Neumeier se fue a Hamburgo), “mis clases son un compendio de lo que me parece mejor de cada escuela, pero no es un popurrí: estudié realmente los elementos de cada una: los port de bras y ecartés de los rusos son indiscutibles, la velocidad de los pies de los americanos y de los daneses también”. Y reiteró: “dar clases es lo que más me gusta hacer. A parte que los logros están a la vista”, se refirió así a sus discípulos, Denis Volpi que estrena el 10 de junio Salome con el Ballet de Stuttgart donde es coreógrafo residente, Luis Ortigoza, Emmanuel Vázquez y tantos otros.

 

En Argentina

“Acá soy un poco… ¿cómo explicarte? un desocupado. A veces pienso que puede ser que no quieran invitar a un ex director, porque no he recibido propuestas. De los ballets de las provincias tampoco, he ido en otra época al Ballet de Córdoba, a Bahía Blanca hace años que no voy, una compañía lindísima, fui mucho cuando dirigía Alejandro Cervera; hice La Sylphide, hace muchos muchos años, creo que fue la primera vez porque incluso hice traer las partituras de Dinamarca, Cinthia Labaronne y Luis Ortigoza fueron como invitados y Violeta Janeiro hizo la Madge que fue para mi… el lujo más grande, fue genial. Yo soy de Rosario, estudie ahí, nunca tuve una invitación de mi ciudad.

 

Las raíces

Yo tengo que venir periódicamente a Buenos Aires, porque aquí está mi casa, aquí está parte de mi familia, que está dividida, porque mi otra hija y nieta están en México [Agustina Galizzi, primera bailarina de la Compañía Nacional de Danza]. Vamos a ser honestos: esto me fascina y todo. Viví siete años en Europa y después me radiqué acá, mis raíces están acá. Y me gustaría seguir trabajando acá.