El Ballet Estable del Teatro Colón, dirigido por Paloma Herrera, presentó La Viuda Alegre, el mes pasado. La ocasión fue aprovechada por Karina Olmedo y Alejandro Parente para despedirse de su público, en conmovedoras funciones
La Viuda Alegre de Ronald Hynd no es más que un divertimento. Una adaptación de la opereta del compositor austro-húngaro Franz Lehár con libreto en alemán de Victor Léon y Leo Stein, que se presentó en nuestro país con producción sudafricana. Resulta difícil de comprender, para vecinos comunes y corrientes como quienes escriben, por qué un Teatro de Ópera Estatal con talleres propios de escenografía y vestuario, alquila una producción de esta calidad del otro lado del Océano Atlántico. Si el Ballet Estable realizará más de cinco producciones al año, ésta podría pasar desapercibida.
Karina Olmedo con Juan Pablo Ledo, decía adiós al magnífico escenario en el que realizó toda su carrera, y días más tarde lo hacía Alejandro Parente junto a Marianela Núñez (primera bailarina del Royal Ballet de Inglaterra, a quien hubiese sido genial, poder admirar en una obra compuesta a su altura). Más allá de la cuestionable puesta, esto no alcanzó para opacar su actuación, ni mucho menos para evitar la emoción sentida del público que veía a Olmedo y Parente por última vez, en el Teatro Colón. Muchos de sus seguidores lamentaron tener que elegir entre uno u otro, debido a que el alto valor de las localidades les impidieron asistir a ambas despedidas. Los pétalos cayeron sobre ellos en los saludos finales; uno sí, otra no, recibió un saludo institucional escénico de la directora del Ballet; sus hijos los acompañaron en esa última reverencia, y el público respondió como era de esperar: largos minutos de aplausos y ovaciones dijeron adiós a una generación de artistas por ellos simbolizada.
La última de las funciones del ciclo (Parente-Núñez) fue transmitida en streaming desde la web del coliseo, para deleite en todo el planeta, como viene siendo habitual desde la llegada de esa tecnología al Teatro Colón, con algunas escenas conmovedoras del backstage.
Sábado 4 de agosto
Por Martín Goyburu: Karina Olmedo se adueñó de la escena, en su despedida, encarnando a Hanna Glawari. Juan Pablo Ledo como Conde Danilo, fue un noble partenaire que dotó al personaje de muchos matices (un gran comediante). Carla Vincelli (Valencienne) y Edgardo Trabalon (Camille) mostraron gran desempeño.
Se destacaron también los trabajos de Igor Gopkalo (el embajador de Pontevedro) y de Julián Galván (secretario del embajador) en los roles de carácter.
Miércoles 8 de agosto
Por Agustina Llumá. Buenos Aires estaba convulsionada porque el Senado debatía la Ley de la Interrupción Voluntaria del Embarazo y el pueblo había salido a la calle para pronunciarse a favor y en contra; a esto se sumó una tormenta tempestuosa que provocó que el público no pudiera llegar hasta el teatro: la función comenzó diez minutos más tarde, por primera vez en años. La espera valió la pena. Marianela Núñez juega con las dinámicas contrapuestas de pies y piernas (gran velocidad) y las de torso, brazo y cabeza (fluidez y lentitud) provocando un efecto sumamente atractivo en su danza, transformando a la música en su propio cuerpo. Alejandro Parente se mostró como ha sido habitual a lo largo de su carrera, como un sólido partenaire, atento a las necesidades de la mujer, de buen porte y dramatismo escénico.
Camila Bocca y Maximiliano Iglesias (Valencienne y Danilo) se destacaron en el pas de deux del segundo acto, coreográficamente más interesante y Jiva Velázquez como Solista de Pontevedra, con sus impetuosos saltos y giros.