El miércoles 14 de noviembre, el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín reestrenó La Tempestad, una adaptación de la obra de William Shakespeare con coreografía de Mauricio Wainrot y música de Philip Glass, vestuario y escenografía de Carlos Gallardo e iluminación de Eli Sirlin
Esta no es la primera creación de Mauricio Wainrot sobre obras literarias, recordamos sus memorables versiones de Ana Frank y Un Tranvía Llamado Deseo, labor que realiza con solvencia. Y en este caso, también, logra plasmar acertadamente la historia de Shakespeare.
El relato coreográfico posee tal coherencia, que no es necesario haber leído el libro para comprender lo que sucede entre Próspero, Duque de Milán, poseedor de grandes conocimientos, y mago, y su hermano Antonio con su cómplice Arturo, Rey de Nápoles. Juntos condenan al destierro a Próspero junto a su hija Miranda. Con sus poderes mágicos creará una tempestad para atraer a la isla a sus enemigos: Fernando, hijo de Alonso; Trínculo, el bufón; Esteban, el borracho; Antonio con dos hombres de su cortejo; y Alonso que cree haber perdido a su hijo Fernando en el naufragio. Sobre el final Próspero sorprende a todos sus enemigos, pero no es tiempo de venganza, sino de reencuentros, al ver el amor que se profesan Miranda y Fernando, y descubrir su capacidad de perdonar.
El trabajo de reposición realizado por Andrea Chinetti y Miguel Ángel, no es menor y respetó el espíritu de la coreografía. En cuanto a los bailarines, sería injusto nombrar a los protagonistas, porque toda la compañía fue fiel intérprete de La Tempestad, poniendo de manifiesto no sólo su alto nivel técnico, sino algo más importante y no tan fácil de conseguir: su espíritu de cuerpo.