Cuatro de los ocho títulos más taquilleros del verano en Buenos Aires aúnan el baile, el canto y la actuación. He aquí un vistazo a las exitosas puestas de Kinky Boots, Hello Dolly!, Cabaret y Tango en Rose
Con cuatro propuestas entre las ocho de mayor recaudación a lo largo de cinco semanas consecutivas, el teatro musical se convirtió en un verdadero imán de público durante la temporada de verano en Buenos Aires. Si bien los datos de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (Aadet) no revelan un número exacto de espectadores, permiten al menos delinear una tendencia: este género que combina el canto, la danza y la actuación sigue resultando atractivo para una enorme cantidad de gente y cuando los cosas se hacen bien, el público acompaña. Ese parece ser el secreto de los tres estrenos y una reposición que conquistaron la cartelera porteña y que le pelearon el trono (y hasta se lo arrebataron) a títulos muy sólidos como Una Semana Nada Más, la comedia éxito de 2019, con Nicolás Vázquez.
Con un promedio de seis funciones semanales y localidades que alcanzan los 2.600 pesos (en el caso de Cabaret, la más cara), la inversión realizada por los productores -cabe decirlo- resulta acorde al sacrificio que exige el desembolso, y la calidad de los intérpretes termina por redondear la ecuación. Nada de elencos reducidos o ‘cuatro telas colgando’. No. Con escenografías imponentes, músicos en vivo y repartos numerosos, cada uno en su estilo, los cuatro tanques musicales del verano tuvieron su bien merecido respaldo en las boleterías.
Líder absoluto de la taquilla, en Kinky Boots coinciden varios condimentos interesantes: una obra muy actual con derivaciones hacia el tema de la identidad sexual con trasfondo de crisis económica; un imparable Fernando Dente, demostrando una vez más que no tiene techo en su carrera; Martín Bossi en la interesante búsqueda de un nuevo registro actoral; más un ensamble de verdaderos número uno del género musical (todos brillan, pero el trabajo de las Angels merece destacarse). Dirige en el Astral alguien que sabe mucho del asunto, Ricky Pashkus, y acompaña una producción (Rimas-Dabope) que no escatimó en recursos. El boca en boca los consagró y convirtió al espectáculo en una suerte de fenómeno que, atinadamente, fue bautizado como Kinkymanía. Hay que verlo.
Regreso a un clásico
El de Hello Dolly! fue el primer estreno fuerte del año entre los musicales (en el Opera) y el regreso a un título clásico del género que tuvo aquí dos puestas anteriores, con Libertad Lamarque en 1967 y con la española Nati Mistral casi treinta años después. La historia de la casamentera Dolly Gallagher Levi en la Nueva York de fines del siglo XIX puede resultar, claro, algo anacrónica. Ya las jovencitas no se consideran solteronas a los veinte y los señores acaudalados no necesitan de alguien que les consiga pareja. Pero ese cuento rosa, ingenuo, pretendidamente naif, sigue conquistando. Y el personaje central encontró en Lucía Galán a una intérprete ideal en todos sus aspectos. Cautiva en lo actoral, con una naturalidad que no es pose, y en lo vocal revalida sus conocidos méritos (¡Atención! Termina su actuación el 15 de marzo y le deja el rol a Karina K). A su lado, una figura como Antonio Grimau, que no desentona para nada en el musical, y actuaciones frescas y coloridas como las de Angeles Díaz Colodrero (otra que no tiene techo) y Agustín Sullivan. Dirige Arturo Puig después del éxito de Sugar, con una exigente coreografía de Elizabeth de Chapeaurouge llevada a escena por un coro de profesionales apasionados capitaneado por los experimentados Flavia Pereda y Christian Giménez. Para volver a soñar.
En su segunda temporada, Cabaret regresó al escenario del Liceo por pocas semanas y volvió a rankear alto entre las obras más convocantes. Drama envuelto en oropeles, la obra sigue llamando la atención por la fuerza que le imprime Florencia Peña al icónico rol de Sally Bowles, y por su elenco de alto vuelo (Graciela Pal, Rodrigo Pedreira, Alejandra Perlusky, ‘Quique’ Cragnolino). Coreografías de Gustavo Wons (el mismo de Kinky Boots), ensamble de lujo (Carla Lanzi, Flor Viterbo, Facundo Magrané) y la revelación de Mariano Condolucci, que reemplazó por algunas funciones a Mike Amigorena como el sarcástico Emcee. No la dejen escapar.
El auténtico toque local lo da en este cuarteto de títulos exitosos Tango en Rose, segundo proyecto de Andrea Ghidone como cabeza de compañía y una vez más ligado al tango. Se rodeó esta vez de un trío que la eleva: Guillermo Fernández (cantorazo) y los muy efectivos Ivanna Rossi y Sebastián Codega, que llevan adelante un relato costumbrista ambientado en un barrio porteño de los de antes. Hay un público ávido de esta clase de historias, sin duda. Vale la pena dejarse llevar a esos paisajes visuales y sonoros que han ido desapareciendo.
Habrá que ver si este boom estival alcanza para remontar la pendiente que Pashkus describió ante Balletin Dance en octubre último: “(La del teatro musical) es una situación complicadísima -dijo en aquel momento-. Que una obra como Cabaret funcione maravillosamente no significa que el productor esté ganando mucho dinero. Se me están yendo al exterior muchos chicos con un talento enorme. Esa gente se va porque no hay laburo, y a mí no me alcanza con pensar que a Cabaret le está yendo bien”. Con todo, el director y coreógrafo sigue eligiendo, como muchos otros, “la locura de hacer ante la malaria, a no hacer nada”.